Que no te engañen
Voy a empezar con una experiencia personal: yo viví mucho tiempo convencido de que Persona de Ingmar Bergman era una obra maestra, de las mejores películas de la historia. Y la defendía con muchos argumentos, algunos incluso propios, aunque tengo que reconocer que muchos otros los había leído. Hasta que un buen día un buen amigo me abrió los ojos y me hizo ver que la película no estaba bien enfocada. Que era innegable que la fotografía es fantástica, que hay algunas escenas muy bien conseguidas e incluso trata algunos temas de forma reflexiva. Pero tiene un problema de raíz: los fantasmas de Bergman (tanto sus problemas como sus obsesiones) se cuelan dejando un rastro manchado a lo largo de toda la película. Hay escenas, temas e imágenes que no tienen nada que ver con la película, y se filtran profanando la que podría haber sido la mejor película de la historia del cine. Y esto no solo sucede al principio, donde es más evidente, sino en varios momentos. Es como si un pintor estornudara mientras pinta un cuadro y dejara los rastros de aquello que se debería haber quedado dentro de él esparcidos por todo el cuadro. Claro, luego saldrán los críticos “importantes” interpretando las imágenes y diciendo que si no lo entiendes es que no sabes de arte, y que nos habla del interior de la mente del director, y yo que sé qué cosas más para intentar justificar algo que no es justificable, y que en realidad no son más que líos con los que cargaba Bergman que lían al que intenta entender su película.
Pero bueno, sí que he empezado fuerte, ¿no? Derribando el mito de una de las películas de referencia de la mayoría de cinéfilos. ¿Y ahora qué? ¿A qué viene esto? Pues la tesis que quiero defender en este artículo es la siguiente: no te dejes engañar por las opiniones generalizadas y lo que dicen los “entendidos”. El sentido del arte y de la belleza es algo innato en nosotros, y, por lo tanto, no es necesario ser un estudioso o un crítico renombre para expresar un juicio estético sobre una obra. Por supuesto que el haber recibido una buena formación (bien enfocada y objetiva) ayuda a captar mucho mejor el significado de una película, pero una verdadera obra de arte, por sí misma, ya es capaz de entrar en comunicación con nuestro yo más íntimo. El arte es capaz de despertar emociones y significados, independientemente de la pre-comprensión intelectualista de las intenciones del artista. Cuanto más trabajada tengamos nuestra sensibilidad estética, con mayor profundidad nos tocará, aunque el verdadero arte tiene la fuerza de emocionar hasta al más estoico de los estoicos.
Y entonces, ¿por qué el criterio de los críticos muchas veces va en la misma línea, como si hubiera un pensamiento único hacia determinadas películas? En algunos casos puede que sea porque ciertamente esa película es una obra de arte. Pero en muchos otros, creo que es debido a la falta de sentido crítico y reflexivo, y al miedo a ser excluido o etiquetado. Y el problema es especialmente evidente con el cine de autor y el cine más experimental. Por ejemplo, muchas veces pasa esto con películas de David Lynch o de Luis Buñuel. Ojo, no estoy diciendo que sean malos directores. De hecho, igual que Bergman, me parece que estos dos también son de los directores que mejor han entendido el concepto de cine y tienen verdaderas obras de arte. Pero eso no significa que todo lo que hagan sea arte. He visto gente defender y alabar películas de Lynch o de Buñuel sin haber entendido ni torta y sin haber valorado lo más mínimo lo que estaban viendo. Pero claro, después salen los críticos de turno llamando “innovación” o “rompedor” a la simple provocación y “onírico” a una escena caótica, y “subconsciente” a imágenes inconexas y sin unidad estética, y como usan palabras que suenan bien, parece que si no les das la razón no has entendido la película y no entiendes de cine. Pero claro, ellos saben que es mucho más fácil defender algo que no se entiende y sacar interpretaciones de películas “extrañas” donde fácilmente se pueden hacer muchas lecturas distintas, que hacer un verdadero esfuerzo por entender una obra y valorar lo que haya de artístico en ella. Y así tienen el negocio asegurado. Y luego, el público acaba creyendo que el arte moderno y contemporáneo es algo demasiado complejo y conceptual, y, en vez de expresar un juicio negativo de la obra, acaba por creer que es incapaz de entenderla y se suma a lo que dice la mayoría por no quedar mal.
Este problema es incluso más evidente en la pintura, donde debido a la gran cantidad de dinero que mueve el mercado del “arte abstracto”, se exaltan a falsos artistas y haciendo abstracto el concepto de arte consiguen que se inviertan millones en obras que no tienen nada de artístico. Y por la falta de sentido crítico y educación de la sensibilidad, la gente acaba creyendo significados inexistentes en las obras y justificaciones incluso estéticas que no son ciertas. Pero volvamos a lo que he mencionado unos párrafos antes: todos tenemos la capacidad para valorar una obra. Si no, buscad algunos cuadros de Joan Miró y de Andy Warhol, y enseguida os daréis cuenta de quién es el verdadero artista y quién es el vende-humos. Y dejadme insistir, no estoy negando que algunas obras puedan ser rompedoras y convertirse en iconos de la “cultura” y generar un gran impacto. Pero de lo que yo estoy hablando es del arte.
Por último, hay otro factor que también está afectando gravemente al cine: algunos tratan de convertir el arte en ideología. Y con ideología me refiero a subordinar la realidad artística a la transmisión de una idea. Y a esto están contribuyendo tanto directores como críticos. Directores que sacrifican su película por una idea propia que quieren transmitir, perdiendo así el fervor artístico inicial por querer meter con cuña algo distinto. Y críticos alabando una película porque el mensaje que transmite es el que querían oír, o porque va en su línea de pensamiento, y olvidándose completamente de las características de una obra de arte. Como si las películas fueran partidos políticos. Quizás uno de los casos más recientes ha sido el de Barbie, donde todo esto sucede de una forma más explícita, pero si miramos bien, pasa constantemente.
Antes de terminar, creo que también es un buen ejercicio el no absolutizar nuestro criterio ni el de nadie. Como personas que somos, podemos estar equivocados, o influenciados por ideas impuestas, presión cultural, ambientes en los que nos movemos, o incluso intenciones personales que estén más cercanas al egoísmo que al servicio a la sociedad. Por eso he empezado este artículo explicando un error que cometí. Porque de los errores siempre se aprende. Y a mí me sirvió para ser consciente de que tenemos que seguir reflexionando sobre nuestras ideas y nuestra visión del mundo, no dar las cosas por supuestas o por sabidas, y seguir revisando con la mirada y el corazón abiertos qué es lo que pensamos y en qué criterios nos apoyamos.
Daniel
04/02/2024