El arte de lo no-bello
El propósito de este artículo es intentar responder una de las mayores dudas acerca del arte que me surgió hace un tiempo, cuando empecé a interesarme por la naturaleza del arte y su propósito. Como he expresado varias veces en esta página web, la finalidad del arte es la manifestación de la Belleza. Y espontáneamente puede surgir la pregunta opuesta: ¿y qué pasa con el arte que no tiene como propósito desvelar la Belleza? ¿Se puede hacer arte de lo no-bello? ¿Podemos considerar arte aquellas obras que nos presentan la ausencia de la Belleza, la ausencia de la Verdad y del Bien?
Antes de ir al terreno del cine, que es un arte relativamente moderno, voy a remontarme un poco más atrás, en el ámbito de la literatura. Empezando por orden cronológico, vemos que Allan Poe es uno de los primeros en salirse de los cánones habituales en la poesía y en los relatos, y empieza a plantear de forma bella, o al menos estética, imágenes tremendamente dramáticas e incluso oscuras. Allan Poe decía que la muerte es el asunto más triste y más poético, y planteaba una alianza entre la muerte y la belleza, a través de la imagen de la mujer hermosa que fallece (tema muy recurrente en sus obras). En estos casos el amante se queda preso de esa imagen espectral, en ese clima fantasmagórico y melancólico (ver por ejemplo en el relato Berenci o en el poema El cuervo). Allan Poe, en su frase “La poesía está inspirada en la belleza y el amor por la belleza es una actividad del alma. Por eso no se ocupa de la moralidad, o la verdad.”, nos viene a decir que mostrar de forma bella la ausencia de la verdad o de la moralidad también es arte porque nos remueve y activa el alma.
Pero si bien Allan Poe al final no hace otra cosa que expresar un amor melancólico y romántico, su discípulo Charles Baudelaire da un paso más. Leamos primero los siguientes versos de su poema “Himno a la Belleza”:
Que procedas del cielo o del infierno, ¿qué importa,
¡Oh, Belleza! ¡monstruo enorme, horroroso, ingenuo!
Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la puerta
De un infinito que amo y jamás he conocido?
De Satán o de Dios ¿qué importa? Ángel o Sirena,
¿Qué importa si, tornas —hada con ojos de terciopelo,
Ritmo, perfume, fulgor ¡oh, mi única reina!—
El universo menos horrible y los instantes menos pesados?
Aquí Baudelaire expresa una idea bastante radical en cuanto a su concepción de la Belleza. Dice que puede haber Belleza tanto en lo divino como en lo infernal, en lo bueno como en lo malo. Y que todo ello contribuye a hacer menos pesada nuestra existencia, a comprender mejor el ser humano y todo lo creado. Y es que Baudelaire supo hacer poesía de lo que era considerado como la peor parte de París, de todo aquello que era visto con malos ojos y rechazado. Si bien no acabo de estar de acuerdo con todo lo que dice, me parece que Baudelaire saca a la luz una de las ideas fundamentales de la concepción del arte: el encuentro con la Belleza se puede dar tanto cuando se muestra de manera directa como mostrando la ausencia de belleza, verdad y bien.
Voy a intentar profundizar un poco más en esta idea. Y para que se entienda mejor, vayamos directamente a uno de los casos que aparentemente pueden parecer más extremos: el arte cristiano. En los múltiples escritos teológicos sobre arte, siempre se ha asociado la Belleza con Dios, cuyo encuentro tiene una finalidad redentora en Cristo. Pero si nos fijamos bien en la Biblia, veremos que los escritos de las escrituras se han conservado tal cual como se hicieron, si ninguna clase de censura, y así pues manteniendo también todos aquellos fragmentos donde está presente la maldad y comportamientos inmorales. Y aquí nos podría surgir la pregunta: ¿cómo puede ser que en el libro de referencia del cristianismo, el libro que nos muestra el Bien y la Verdad, también nos muestre relatos donde se hace presente el mal y el pecado, la crueldad y la maldad, la mentira y la fealdad? Y en parte la respuesta la da San Agustín en uno de sus libros diciendo que son dos trompetas que suenan contrapuestas, pero que reciben su sonido del mismo soplo de aire, del mismo Espíritu. Josep Ratzinger, en su texto la contemplación de la Belleza explica que esta paradoja es una contraposición, pero no una contradicción. Si pensamos en la figura literaria (y también cinematográfica) de la antítesis vemos que cuando contraponemos dos ideas opuestas, si se hace con una finalidad concreta, no entramos en contradicción, sino que gana más fuerza la idea que queremos transmitir. El hecho de mostrar el mal, hace que coja más fuerza la necesidad del bien. Mostrar la ausencia de la Belleza nos puede remitir también hacia la Belleza.
Pensemos ahora en el ejemplo de la película La pasión de Cristo, de Mel Gibson. Esta película nos muestra unos hechos tremendamente violentos y crueles, la pura representación de la maldad. Sin embargo, se ve claramente que la intención de la película no es recrearse en el mal o mostrar la belleza en el mal, sino dirigirnos a la belleza a través de la toma de conciencia de ese mal. Dice Ratzinger hablando de los hechos de la pasión de Cristo (y no específicamente de la película) “en la pasión de Cristo la estética griega, […], no se ve abolida sino superada. La experiencia de lo bello recibe una nueva profundidad, un nuevo realismo. […] Precisamente en el Rostro desfigurado aparece la auténtica y suprema belleza: la belleza del amor que llega «hasta el extremo» y que por ello se revela más fuerte que la mentira y la violencia.” Y aquí llegamos a otra idea fundamental: hay arte cuando el mensaje apunta a la belleza, aunque lo que se muestre sea su ausencia.
Voy a poner ahora un ejemplo cinematográfico, aunque también es aplicable o tiene su equivalente en otros medios de arte. Es lo que comúnmente se denomina como doblar la imagen. En el cine se dice que un director dobla la imagen cuando te están mostrando una imagen que es agresiva para la vista, ya sea por lo trágico o desagradable de la acción, pero lo presenta de forma que sabe darle belleza a ese contenido dramático, y a veces es tan bonito lo que consigue transmitir que te desarma completamente. Porque es totalmente distinto lo que ves a lo que sientes (y de ahí que doble la imagen). Esto lo vemos claramente cuando nos muestran la desgracia de un personaje tremendamente desagradable para la vista, y en vez de sentir rechazo se despierta en nosotros una profunda compasión y deseo de acogerle. Pues a esto me parece que es a lo que tiene que apuntar lo que he denominado como el arte de lo no-bello.
Voy a abordar ahora otro de los temas (que está directamente relacionado) que sirvieron de detonante para intentar responder a la pregunta planteada inicialmente. Y este es el género de Terror (esto es aplicable tanto al cine como a la literatura). Como seguramente habréis podido deducir a raíz de otros escritos presentes en esta web, a mí siempre me ha fascinado el género de terror. Pero claro, este tipo de cine se centra en mostrar el lado oscuro del ser humano y lo tenebroso. Aunque si analizamos más en profundidad los temas presentes en el cine de terror, al fin y al cabo, lo que hace es abordar los grandes miedos e interrogantes del ser humano: la muerte, el mal, el dolor, la vida después de la muerte, lo desconocido... Lo que hace es por tanto, intentar profundizar en el ser humano y en los misterios de la vida. Por eso, cuando el cine de terror no se queda simplemente en asustar por asustar o hacer pasar un mal rato al espectador, o perturbarle y nada más, nos puede hacer reflexionar, ayudar a conocernos mejor y saber afrontar nuestros miedos. Y esto también puede ser artístico, e incluso bello en la medida que nos remita al bien y a mejorar nuestra vida. En la carta a los artistas podemos encontrar la siguiente frase: “Incluso cuando escudriña las profundidades más oscuras del alma o los aspectos más desconcertantes del mal, el artista se hace de algún modo voz de la expectativa universal de redención.”
Pero creo que hay un factor que es necesario mencionar acerca del género de terror: este tiene que servir para devolvernos la esperanza, no para quitárnosla. Esto lo explica muy bien el mensaje a los artistas en la siguiente frase: “Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, es quien pone alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste la usura del tiempo, que une las generaciones y las hace comunicarse en la admiración.” El arte no está pensado para amargarnos la vida, sino para alegrarla y darle un sentido. Es cierto que la realidad puede ser horrible en algunos casos e incluso malvada, pero precisamente por eso el arte está para arreglarla y no para estropearla más. Ratzinger en el texto de la contemplación de la Belleza dice que “[el arte] debe oponerse al culto de lo feo, que nos induce a pensar que todo, que toda belleza es un engaño y que solamente la representación de lo que es cruel, bajo y vulgar, sería verdad y auténtica iluminación del conocimiento; y debe contrarrestar la belleza falaz que empequeñece al hombre en lugar de enaltecerlo y que, precisamente por este motivo, es mentira”. El cine de terror no tiene que servir para sumirnos en un vacío pesimista, igual que el cine bélico no tiene que servir para alentar y apoyar las guerras. Se pueden mostrar estas ideas, pero para ayudar al espectador a superarlas, para devolvernos la esperanza.
Ahora bien, como último punto, tengo que comentar que no es oro todo lo que reluce. Hay muchas obras que se venden como arte y como belleza que poco o nada tienen de ella. Esto es lo que Ratzinger llama belleza falaz, que no viene a ser más que una falsedad que nos encierra en nosotros mismos en vez de elevarnos a las alturas, que no nos hace mejores personas ni nos aporta nada positivo a nuestra vida. Por eso tenemos que andarnos con cuidado. Incluso las obras más estrictamente religiosas que contengan motivos puramente buenos, puede que no tengan nada de arte y mucho menos sirvan para desvelar la belleza. Y también puede suceder lo contrario, que haya oro que no reluzca. Que haya obras que aparentemente no tengan valor artístico de las que se puede sacar algo valioso. Incluso puede pasar que algún artista haya hecho una obra con mala intención o con ideas equivocadas y seamos capaces de sacar algo bueno de allí. Porque la obra vale más que el artista. Cuando se plasma la Belleza, esa creación apunta a algo mucho más elevado de lo que el artista se proponía, incluso más elevado que el arte en sí. Por eso no tenemos que juzgar a la ligera una obra de arte, y mucho menos descartarla. No sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Por lo tanto, me gustaría concluir diciendo que cuando nos presentemos delante de una obra de arte, seamos un poco abiertos de miras. No vayamos con prejuicios ni con intención crítica. Si de entrada vemos que tiene poco valor o que la obra encierra cierta maldad y nos va a desesperanzar, busquemos otras obras que nos acerquen mejor a la belleza, ya que por suerte, hoy en día hay mucha cantidad y variedad de arte. Pero si decidimos entrar en una obra, no debemos juzgarla demasiado rápido sin hacer primero el esfuerzo de escudriñar tranquilamente los misterios que encierra.
Daniel
12/02/2023