INTRODUCCIÓN

El Cine como manifestación de la Belleza


El Cine como manifestación de la Belleza

Seguramente el título de la página te haya sorprendido. Quizás te haya sorprendido que utilice el término Belleza. Y antes que nada tengo que decir que el título está inspirado en una conferencia a la que pude asistir titulada “El arte como manifestación de la Belleza”, de la cual también he sacado algunas de las ideas que intentaré transmitir. Porque para poder expresar la finalidad del cine como séptimo arte, tenemos que abordar primero las cuestiones de qué es el arte en general y para qué sirve.

Empecemos por mencionar que el arte es una expresión meramente humana. El hombre tiene una relación simbólica con la realidad y objetos que le rodean. “Habita poéticamente” como decía Heidegger. Y a la vez, el arte es lo que nos corona como seres de inteligencia superior. Porque a simple vista, es algo completamente “inútil”. Ningún animal se detiene a contemplar la naturaleza por el simple hecho de admirarse, ningún otro ser vivo hace cosas “porque son bonitas” si no le aporta alguna practicidad a su vida. “El ruiseñor no escucha el canto del ruiseñor”. Ellos cantan con una finalidad concreta, nosotros escuchamos su canto porque nos fascina.

Pero pensemos, ¿por qué es atractivo el arte? Porque no es simplemente una cuestión de armonía o equilibrio. Si fuera así las máquinas podrían generar obras mucho mejores que el ser humano. Pero, sin embargo, cuando entramos en contacto con una verdadera obra de arte, no salimos igual. Sabemos que allí ha sucedido algo más. Decimos que ese artista tiene un don especial. Y ahí es donde entra en juego la belleza.

Hay algo en el arte que transciende el mundo meramente físico y material. El arte no se queda simplemente en los ojos o los oídos, sino que nos penetra hasta lo más profundo de nuestro corazón y nuestra alma. El artista, de algún modo, es alguien que ha sabido captar algo que va más allá de lo superficial, algo que excede lo funcional e inmanente, y tiene la necesidad de expresarlo de forma distinta. “El artista es el ladrón del fuego”. El artista es aquel que se le ha concedido captar la Belleza, e intenta translucirla como puede en sus obras. Y siempre será consciente que sus obras no captan toda la plenitud, que su obra será un tenue reflejo del esplendor percibido en el fervor del momento creativo, pero con que se le cuele un rayo de esa luz que ha visto es suficiente, porque necesita compartirlo. Por eso el arte no se puede forzar. Es cierto que el artista tiene que ponerse en disposición, pero sin forzar una intencionalidad concreta. Porque la inspiración tiene que venir. Por eso algunos poetas dicen que “el primer verso es un regalo de los dioses”.

Una obra de arte tiene un significado inagotable, es una especie de misterio donde siempre se podrá sacar más, donde cada persona es capaz de encontrar cosas distintas. Porque lo que nos atrae no se queda simplemente en la técnica, en la forma, en la estética, sino que apunta a algo más elevado: la Belleza. Y la Belleza está muy por encima del arte. Platón en su obra Filebo dice “La potencia del Bien se nos ha refugiado en la naturaleza de lo Bello”, dando a entender que la Belleza custodia y revela la idea del Bien, lo que anhela y da esperanza al ser humano. Por eso nos produce asombro, porque al encontrarnos con la belleza, de alguna manera, percibimos aquello que nuestro corazón estaba buscando, aunque quizás inconscientemente. Para que se entienda, pensemos en el amor. Cuando se despierta en nosotros provocado por el encuentro con una persona, nos absorbe por completo, aunque no fuera nuestra intención enamorarnos. Porque captamos una belleza especial, algo que va más allá de lo racional, que no podemos encontrar una explicación lógica, y que los demás no podrán comprender plenamente a no ser que se dé en ellos un encuentro similar. Pues lo mismo sucede con el arte. Es capaz de devolvernos el sentido de nuestra existencia. Nos sume en una contemplación que nos abre el corazón, introduce en nosotros un deseo de alcanzar esa plenitud y eleva nuestra esperanza. Por eso decía Dostoyevski “la Belleza salvará el mundo”.

Llegados a este punto podemos afirmar que la finalidad del arte es desvelar la belleza. Pero en la práctica, excepcionando quizás el arte religioso donde sí que hay una definición clara de lo que es la Belleza, no es tan fácil distinguir que obras cumplen este fin y cuáles no. A mí me gusta definir la belleza como aquello que activa el alma, que no se queda en entretenerte un rato, en producirte unos sentimientos o simplemente emociona, sino que va más allá. Que entra tanto en el corazón como en la mente, que no deja indiferente, que cumple con las cualidades mencionadas anteriormente: produce asombro, nos abre a una realidad que desconocíamos, genera esperanza… Por eso el concepto de belleza no tiene por qué ir asociado a que una obra sea alegre y bonita. Por eso al ver una película tremendamente dramática se puede despertar en nosotros una sensibilidad especial y dejarnos pensando profundamente. Porque eso también contiene belleza. Y la belleza, al igual que la verdad, a veces deja una herida que duele.

El verdadero arte es también una fuente de conocimiento. No solo descubrimos la personalidad del artista, sino que nos hace partícipes de aquella idea que ha intentado plasmar en su obra. El artista busca el sentido recóndito de las cosas e intenta expresar el mundo de lo inefable. Dice la Carta a los Artistas que “toda forma auténtica de arte es, a su modo, una vía de acceso a la realidad más profunda del hombre y del mundo”. Y más adelante añade citando a la Gaudium et Spes: “pretenden estudiar la índole propia del hombre, sus problemas y su experiencia en el esfuerzo por conocerse mejor y perfeccionarse a sí mismo y al mundo; se afanan por descubrir su situación en la historia y en el universo, por iluminar las miserias y los gozos, las necesidades y las capacidades de los hombres, y por diseñar un mejor destino para el hombre”. Por eso considero que el arte es bello en la medida en que nos ayude a entendernos mejor, a conocer las inquietudes y sentimientos del ser humano, a intentar dar respuesta, o al menos enfrentarnos a ellos, y hacer relucir los grandes interrogantes de la humanidad.

Como último punto, queda por debatir si se pueden considerar arte aquellas obras que se centran en perfeccionar la técnica, la forma, los dictámenes específicos de ese arte en particular, pero sin darle demasiada importancia al contenido y a las ideas que intentan reflejar. Yo de entrada, aunque no es lo ideal, me inclino a pensar que allí también puede haber tenues reflejos de la belleza. Porque, al fin y al cabo, no deja de ser un intento por perfeccionar los medios que tiene el hombre para expresar la belleza. Es cierto que en estos casos también alguno querría incluir el deporte, la ingeniería… y otros ámbitos que nos muestran unos logros y una técnica cada vez más perfecta, aunque estos normalmente no son considerados arte por el fin al que sirven. Pero me parece que todos tenemos la experiencia de habernos fascinado al ver una película donde se nos cuenta una historia tremendamente superficial, pero con una puesta en escena y un lenguaje cinematográfico muy profundo. Y eso enciende nuestra capacidad de asombro. Y por eso, en parte, también podemos considerarlo como arte.

Aterrizando en el arte del cine, yo acostumbro a analizarlo desde tres puntos de vista. Antes que nada tengo que advertir que estos son tres puntos complementarios que sirven a un mismo fin y que no se tienen que analizar como puntos separados e independientes, sino que el hecho de separarlos es para ayudar a estructurar los análisis, y siempre se tiene que presentar la unión de los tres. El primero es el argumento, el contenido y guion de esa película, así como los personajes y la ambientación. El segundo es la forma, que engloba tanto la puesta en escena como el lenguaje y recursos cinematográficos utilizados. Y por último entra la idea, aquello que quiere transmitir el director, aquella belleza que ha presenciado y nos quiere hacer partícipes. Esto hace referencia tanto al tema (pregunta que la historia investigará) como la moral (lección que sacamos de la historia). Y tanto el argumento como la forma tienen como objetivo presentar la idea.

Una película sin intención, sin ideas a transmitir, es una película vacía. ¿Puede ser entretenida? Claro que puede serlo. Igual que te lo puedes pasar bien subiendo a una montaña rusa, sin que ésta aporte nada especial a tu vida. Pero, ¿vale la pena? ¿Sirve de algo? En la medida que ver una película nos haga más felices, ya no podemos decir que ha sido inútil. Porque al final, ser felices es una de las aspiraciones de todo ser humano. Pero nuestra vida tiene un tiempo limitado. Y por eso no buscamos solo hacer cosas útiles, sino hacer lo mejor que podemos hacer en cada momento. Y ahí es donde entran las películas con significado. El cine no es un fin en sí mismo. Es un medio para transmitir algo más. Y aquí es donde entran las películas cuyo fin es manifestarnos la belleza.


Daniel
05/02/2023