Crítica Vida Oculta: cuando el amor y la fe sostienen la vida
"Porque el bien creciente del mundo depende en parte de actos al margen de la historia; y que las cosas no nos vayan tan mal a ti y a mí, como pudiera haber ocurrido, se debe en parte a los que vivieron fielmente una vida oculta y descansan en tumbas que nadie visita." Con esta frase de George Eliot cierra la última película de Terrence Malick, Vida oculta, que nos narra la desconocida historia del beato austríaco Franz Jägerstätter, permitiéndonos indagar en la moral de uno de esos héroes que se declararon objetores de conciencia durante el Tercer Reich y la Segunda Guerra Mundial.
El árbol de la vida ya nos confirmó que no cabe duda de que Terrence Malick es de los mejores directores del cine actual (y de la historia), tanto por la bellísima estética de sus películas como por la profundidad de las ideas exploradas. No exagero si digo que para mí está a la altura de Tarkovsky. Pero Malick también es un director con mucha personalidad, que apuesta por un cine trascendental, con cuidados movimientos de cámara, exigente hasta para elegir el momento del día en el que rodar (le encantan el contraluz durante la hora mágica), que apuesta por la improvisación y exploración actoral, y que hace uso del narrador para adentrarse en la mente de los personajes.
Vida oculta es una bellísima obra de arte. Malick toma varias decisiones estéticas muy arriesgadas, pero que riman en consonante con la narrativa de la película. La más notoria es grabar enteramente con lentes extremos de gran angular. Esto da a la imagen una profundidad de campo enorme, donde todo está enfocado, tanto lo que tenemos delante como los lejanos picos de las montañas. De esta manera, los bellísimos paisajes abrazan a los personajes y los espacios interiores se abren a la trascendencia. Ni las cárceles aprisionan cuando la voluntad es libre. "Aunque te lo diga con las manos atadas, sigue siendo mejor que tener atada la voluntad". Aun así, este tipo de angulares también produce una distorsión notoria en los bordes del plano, lo que crea una sensación extraña, especialmente en los rostros. Aunque esto también favorece al dinamismo y los movimientos de la puesta en escena.
Malick, como es habitual en su cine, prolonga deliberadamente las escenas, en vez de estirar la cadencia de planos como suelen hacer otros directores que también buscan un cine más contemplativo, y también le añade un constante y bailarín movimiento de cámara, que sensualiza las imágenes a la vez que dirige la mirada del espectador. Esto ayuda a que el impacto visual de las imágenes sea mucho mayor, pero a la vez, al extender las escenas, se muestra tanto el impacto de la acción filmada, como la reacción de los personajes y las consecuencias emocionales que quedan en ellos. Todo esto aporta una dimensión más humana y emotiva a la narración. Y si a esto le añades el uso del narrador malickiano para conocer las reflexiones de los protagonistas, los hechos cobran una dimensión moral trascendente que eleva hasta el hecho más intrascendente.
Malick también es un experto en transfigurar las imágenes. Es impresionante cómo convierte una celda en un altar de redención que apunta al cielo, o la crueldad implícita que encierra el grabar una paliza con la cámara en la mirada subjetiva de la víctima y quitando el sonido. Detalles así son propios de un verdadero artista. Pero también es un poeta. Los ríos que fluyen, nubes que pasan y descargan tormentas, caminos que avanzan hacia el horizonte, montañas que se elevan hacia lo alto, árboles que crecen y acarician el sol, escaleras que ascienden, la luz que entra a través de puertas y ventanas, manos que se entrelazan... Pura poesía visual. Se podría intentar interpretar el significado de cada uno de estos elementos, desentrañar por qué se intercalan en el montaje. O simplemente podemos dejarnos envolver por estos planos y notar cómo nuestros sentidos perciben su impacto antes de que nos planteemos el porqué de otro plano general de un prado verde en pendiente.
La banda sonora de James Newton Howard también es excelente. Los instrumentos son olas que navegan impulsadas por la corriente de imágenes. A veces crecen de forma más notoria, a veces parece que se apagan, pero siempre siguen el rumbo de este mar sensorial que transmite la película. Y las formas de composición de imágenes también son sobresalientes, destacando notablemente el uso de la proporción áurea y la composición diagonal. Aunque como la cámara se mueve como brisa, estas composiciones se dan en momentos puntuales, porque Malick en vez de recrearse en la belleza de los planos que consigue, salta y se mueve de uno a otro para que nuestra vista se deleite en un constante fluir de imágenes y harmonías.
Pero Malick es tan buen cineasta como filósofo, porque la carga reflexiva de los diálogos, y las cartas que lee el narrador, es algo fuera de lo común. Hay varias ideas que merece la pena rescatar de la película e intentar profundizar. Porque aunque el contexto sea la Segunda Guerra Mundial, el panorama actual no ha cambiado tanto. "No lucharán contra la verdad, solo la ignorarán". El relativismo y agnosticismo de este siglo son un gran reflejo de ello. Ya nadie cree en la Verdad, ni siquiera la buscan. Y lo que es peor, se trata de silenciar al que afirma haberla encontrado. "¿Tiene un hombre derecho a dejarse matar por la verdad?" Quizás en occidente no se mata de forma física, pero sí mediática. Y es nuestro deber permanecer fiel a nuestras convicciones. "Es mejor sufrir una injusticia que cometerla".
Vayamos al mensaje fundamental de la película. A lo largo de ella, vemos cómo la idílica y bucólica vida de un matrimonio feliz empieza a complicarse cada vez más a raíz de la decisión del esposo de no servir al régimen nazi. Pero el dolor y el sufrimiento no vienen infringidos solamente por los nazis, sino también por los vecinos y familiares que reprochan sobre los esposos y sus hijas el hecho de que Franz no vaya a la guerra, porque lo ven como una traición a su pueblo. Ni siquiera sus guías espirituales le apoyan en su objeción de conciencia, por miedo a lo que les pueda pasar a ellos. El sufrimiento va escalando a medida que pasan los días, especialmente cuando es apresado y torturado. Ante el dolor solo hay dos respuestas posibles: o rebelarse contra Dios y contra el mundo, o crecer en la fe y confianza en Dios. Y Franz elige el segundo camino. A pesar de no entender por qué suceden las cosas. A pesar de tener miedo e incluso dudas. A pesar de saber que esto también está haciendo sufrir a su familia. Pero la convicción de querer hacer el bien es más fuerte. Y a pesar de que aparentemente su vida fue infructuosa, estos actos de amor tienen un impacto trascendente. Empezando por el inspirador ejemplo que habrá dado a todas las personas que hayan conocido su vida a raíz de esta película, casi 80 años más tarde. Toda lucha por el bien, todo lo que hagamos con amor, no cae en saco roto. "…y que las cosas no nos vayan tan mal a ti y a mí, como pudiera haber ocurrido, se debe en parte a los que vivieron fielmente una vida oculta…". Como esta habrá miles de vidas ocultas en los lugares más recónditos del planeta que estarán contribuyendo desde el silencio a que el bien vaya creciendo en el mundo. Y nosotros podemos hacer lo mismo, aunque nos parezca que no va a tener ningún impacto, aunque creamos que no vamos a cambiar nada. Hay que ser fieles a nuestra conciencia, y peor es no intentarlo.
Pero la fe no es el único pilar que sostiene a Franz. También su familia, especialmente el amor de y hacia su esposa. Sin ella no hubiese sido capaz de aguantar todo esto. Ella es la única que le consuela, que le anima, que le alienta a hacer lo correcto. "Te quiero, hagas lo que hagas, pase lo que pase. Haz lo correcto." Amor incondicional anclado en hacer el bien. Es por esto que el clímax emocional de la película es la visita de la esposa a la cárcel, y también la carta que les escribe a las hijas y a ella. Algunos acusarán a Malick de hacer sentimentalismo tramposo con esto para emocionar al espectador. No creo que sea tramposo en absoluto. La familia, junto a la fe, era el vínculo más fuerte de Franz. Y su sufrimiento compartido no tiene la intención de hacer sufrir también al espectador. Este sufrimiento es fruto de su amor, y por eso es luz para nosotros. Nos emociona por el amor que hay entre ellos, no por el dolor.
También es importante resaltar el tema de la libertad de espíritu, esa libertad que permite a la voluntad seguir los dictámenes de la conciencia. "- Firme este papel y será libre. - Ya soy libre". Este diálogo resume perfectamente la idea. ¿Quién es más libre, el que hace lo que cree correcto, a pesar de estar en la cárcel y sin “libertad física” o el que calla por miedo, aunque esté en el más amplio de los prados de los Alpes? La libertad es tener la fuerza de voluntad de poder elegir hacer lo que crees correcto, aunque esto sea obedecer, estar encerrado o ir contra lo establecido. Porque si no, no haces lo que te da la gana, sino lo que te obligan tus ganas. No haces lo que en el fondo deseas, sino aquello a lo que te empujan tus miedos, tus prejuicios, tu pereza, tus respetos humanos… Y todo esto, iluminado por la fe y coloreado con el amor, alcanza un valor sobrenatural, independientemente de las circunstancias. "El sol brilla igual sobre lo bueno y sobre lo malo".
Antes de terminar, también me ha sorprendido gratamente la sensualidad de las escenas románticas de la pareja. ¡Qué fuerza tienen las miradas, las sonrisas, las manos entrelazándose! Incluso el paisaje y la hierba añaden una componente de ternura. Sin la necesidad de recurrir a nada explícito. Ya podrían aprender muchos directores actuales de esto.
Aunque, a pesar de todo lo expuesto anteriormente, no puedo cerrar la crítica sin comentar algún aspecto negativo, porque a pesar de que muchas veces no queremos ver los aspectos negativos de una película que nos ha encantado, es mi deber como crítico el ser objetivo. Y creo que Malick peca un poco de repetir una misma idea, incluso una misma escena, diversas veces con mínimas variaciones. Por ejemplo, ¿cuántas veces hemos visto a gente del pueblo rechazar a la esposa y hacerle la vida imposible, o los carceleros entrando a la celda? Un poco de repetición resalta las ideas, pero mucha puede llegar a cansar. En mi caso no me ha molestado, porque basta con fijarme en la belleza de las imágenes mostradas para olvidarme de que esa escena ya la he visto antes. Pero este aspecto se podría haber mejorado. Y eso hubiese ayudado a acortar un poco la duración de la película.
Bueno, resumiendo, me parece que Vida oculta de Terrence Malick es una grandísima obra de arte, con uno de los mensajes más profundos que he visto en el cine de los últimos años, a pesar de que para mucha gente haya pasado oculta entre el grandísimo año que fue el 2019 para el cine.
Daniel
18/09/2024