Crítica Suspiria: la cúspide del Giallo
¿Qué es lo que hace que recordemos una película? ¿Las sensaciones que vivimos durante el visionado? ¿Una banda sonora que penetró hasta nuestras entrañas? ¿Una escena que nos impactó? Si Suspiria de Dario Argento es una obra maestra es precisamente porque es de esas películas que una vez vistas son imposibles de olvidar.
Si bien estamos ante una película de suspense y terror, Suspiria no es una película que destaque por dar miedo. En mi caso creo que no hubo ninguna escena en la que pasara miedo de verdad, cosa que sí que sucede en el remake de 2018 de Luca Guadagnino. Aunque si bien es cierto que el remake tiene algunas escenas muy bien conseguidas, no está a la altura de la versión original. Porque Suspiria de 1977 va mucho más allá de buscar una simple sensación en el espectador. Suspiria es toda una experiencia estética.
Suspiria no solo es una excelente película, sino que también tiene una importancia histórica. Se podría decir que representa el máximo esplendor del Giallo, el género cinematográfico presente en la década de los 60 y los 70, que entremezcla el suspense, terror y policiaco, todo cocinado a la italiana, con mucha fuerza en los elementos visuales y sonoros. Suspiria representa esta cima no solo por ser un perfecto ejemplo, sino también porque en los años posteriores el cine slasher empezó a ganar mucha fuerza y las películas del Giallo entraron en decadencia. Suspiria también ha influenciado la fotografía en muchas películas posteriores. Por poner dos ejemplos más recientes, pensad en los colores y efectos visuales de The Neon Demon de Nicolas Winding o Mandy de Panos Cosmatos.
Pero hablemos de la película. Seguramente lo que más llama la atención de Suspiria son sus colores. Estos no solo dotan de una belleza excepcional a las imágenes, las hacen más llamativas, atrayentes y dotan a la película de una atmosfera psicodélica y de pesadillas, sino que también suelen ir acompañadas de significado. Por lo general el color rojo suele estar más asociado con el peligro, el azul proporciona una sensación de tranquilidad y confianza, y el verde se puede ver como una transición entre los dos anteriores. También cuando vemos una escena con un filtro de un único color, esto ya nos está alertando de que algo no va bien, que el tono armónico se está alterando y algo malo va a suceder. Por último, la presencia de tonos más suaves como el amarillo anaranjado y el rosa, está presente cuando finalizan tramos más tensos o después de un asesinato.
Aunque si hay algo que destaca tanto como el uso del color, es la excelente banda sonora compuesta por la banda de rock Goblin. El sonido que se genera con la celesta (ese instrumento de percusión con la apariencia de piano) tocando la inquietante melodía del tema principal genera en el espectador una sensación tan inquietante como la de El Exorcista, pero si a eso le añadimos la entrada de los graves con instrumentos de cuerda y los susurros como si de un coro diabólico proviniesen, la tensión y suspense que transmiten es algo que pocas veces se consigue. Porque igual que sucedía con los filtros de colores, cuando escuchamos que aparece el tema principal de la banda sonora ya sabemos que algo va a pasar. Porque la brujería que trae consigo esta composición le viene a la película como anillo al dedo de Gollum.
Los decorados que aparecen no son para nada fortuitos, sino fruto de una mente calculadora que busca la perfección en la experiencia estética. El hecho de que sean tan coloridos, a veces de forma simétrica, otras más barroca y recargada, nos sumerge en un ambiente medio onírico que huele más a pesadilla que a sueño de hadas. La sensación es similar a lo que se experimenta al ver El Resplandor de Kubrick, donde la exactitud en cada plano y su paleta de colores nos ponen alerta en vez de relajarnos. En cuanto a las actuaciones, hay que destacar la fantástica interpretación de Jessica Harper, que nos muestra esa mezcla de inocencia pero con cierta curiosidad, y a diferencia de los clichés donde típicamente las actrices de las películas de terror son chillonas y muy escandalosas, Harper conjuga en nosotros perfectamente la credibilidad y la empatía.
Antes de pasar a comentar algunas escenas con un poco más de detalle, hay que mencionar que Suspiria es de esas películas que sacrifica el realismo en pos de la estética. Es decir, aquí lo principal es la forma, el guion es casi una excusa para hacer un ejercicio estilístico. Por eso creo que estas películas se tienen que ver con una mentalidad abierta, sin ser demasiado puristas en la verosimilitud de lo que está sucediendo o en la complejidad de la trama. Porque la historia es relativamente sencilla, y además está abierta al fantástico. Pero la magia de Suspiria no está en lo que te cuentan, sino en cómo te lo cuentan y en todo lo que consigue transmitir con una narrativa que habla más por las formas que con las palabras.
Ahora sí, entremos en profundidad, y a partir de ahora con spoilers, en el tema de la película. Aunque éste se puede interpretar de diferentes maneras, algo que es evidente es el gran contraste que existe entre la belleza y la gracia del ballet y la danza, y la oscuridad y maldad que acecha la academia, junto a unos asesinatos violentos pero altamente estilizados. Esto por un lado explora la idea de que el mundo del arte y la creatividad pueden ser corrompidos por fuerzas siniestras, y también resalta la estética de lo no bello. Pero si miramos un poco más allá, a mí me gusta interpretar este contraste como fruto de la maduración de Suzy (Jessica Harper). Porque ella llega siendo una niña a lo que parece un lugar de ensueño, y acaba viviendo una pesadilla. Así es la realidad: nosotros tenemos grandes sueños y proyectos, pero las cosas no siempre son tan bonitas como parecen y a veces hay que enfrentarse a males que corrompen ese mundo que teníamos idealizado.
Por destacar algunas escenas, me parece que el ritmo y la composición en las escenas de los asesinatos son prácticamente perfectos. Todas estas escenas siguen el mismo patrón: primero nos advierte que va a pasar algo tanto la música como el tono y los colores de la fotografía. Luego vemos que la cadencia de planos se empieza a estirar y el ritmo de las imágenes parece más pausado cuando la música y la tensión empiezan a crecer cada vez más rápido. Esto genera una situación de estrés en el espectador, porque mientras nuestros latidos empiezan a ir cada vez más rápido y vemos la muerte del personaje cada vez más inminente, Dario Argento nos estira cada vez más la duración provocando la sensación de que en cada momento puede pasar algo. También se usa mucho el punto de vista subjetivo del asesino (aunque esto no lo sabes hasta que acaba la escena), por ejemplo, desde fuera de la ventana en la primera muerte, o en un contrapicado exagerado desde los ojos del perro en el caso de la muerte del pianista. Por último, cuando llega la muerte, en vez de acabar rápido, Argento se recrea en lo visual, pero dotando a esa violencia de una creatividad y un gusto estético que sirven de clímax para esa escena de tensión, a la vez que le quitan gravedad y hacen más agradable una situación perturbadora.
La escena en la que Suzy baila por primera vez en la academia también es una maravilla. Porque Dario Argento nos consigue transmitir esa inquietud y mareo mostrándonos a la protagonista bailando cortada en plano medio y primer plano a la vez que mueve la cámara descompasada con el ritmo de la música. En cuanto a originalidad, gana el plano detalle imposible del cuchillo penetrando el corazón durante la primera muerte, aunque toda la escena de la primera muerte es una obra de arte. Aun así, creo que mi escena favorita sigue siendo la de Suzy sentada en el taxi, ya que aunque a nivel narrativo no es más que una transición a esa pesadilla onírica que está a punto de comenzar, visualmente es preciosa.
Por último, aunque sí que es cierto que el final de la película acaba de forma muy precipitada, y todo ese suspense malévolo que se crea en la academia es vencido de forma casi milagrosa y sin explicaciones, creo que esto sucede conforme a la naturaleza de los sueños (y las pesadillas), donde las cosas a veces acaban de forma abrupta y todo se empieza a desmoronar sin explicación. Y siempre es mejor un final sin demasiados rodeos que caer en la sobreexplicación.
Bueno, llegados a este punto supongo que entenderéis por qué Suspiria es una de mis películas de terror favoritas, y cómo la obra maestra de Dario Argento consigue crear una experiencia audiovisual única como pocas veces se ha hecho en la historia del cine.
Daniel
16/07/2023