OPPENHEIMER

La bomba de Nolan


Crítica Oppenheimer: la bomba de Nolan

“Prometeo robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres, por eso fue encadenado a una montaña el resto de su vida”. Con una frase similar arranca la nueva entrega de Christopher Nolan, Oppenheimer, película que nos narra el proceso de cómo este científico concibió a la bomba atómica y las posteriores consecuencias que este hecho tuvo en su vida y en su mente.

Tengo que reconocer que antes de ver Oppenheimer, a pesar de que confío plenamente en Nolan, iba un poco escéptico, ya que ni los biopics ni las películas históricas me apasionan, y 3 horas de metraje es algo que de entrada impresiona. Ahora que ya la he visto, puedo afirmar rotundamente, que nunca más volveré a dudar de Nolan. Porque desde el principio voy a expresar sin tapujos lo que pienso: Oppenheimer es una obra maestra absoluta. Ahora mismo no puedo decir si es la mejor película de Nolan o no, ya que la he visto esta mañana por primera vez y todavía tengo la emoción de la gran pantalla, pero sin duda representa un salto en su carrera profesional, algo totalmente fascinante y novedoso que todos los que hemos visto sabemos que nunca vamos a olvidar.

Oppenheimer es de las obras más maduras que nos ha entregado Nolan hasta ahora. Representa un salir de su zona de confort, un romper con todos los esquemas con los que normalmente se le ha encasillado, pero sin perder su personalidad y todas las características que hacen a su cine tan especial (narrativa no lineal, distintas líneas temporales, escenas que se intercalan en diálogos y montajes paralelos, la cámara como punto de vista, el realismo, la música como elemento narrativo y catalizador sensitivo…). Porque en esta película Nolan abandona la acción para sumergirse en una mezcla de drama histórico con thriller político-judicial-científico y con momentos de puro terror psicológico, y todo contado a su manera. Y lo que siempre está presente (como en toda su filmografía) es el suspense, pero en este caso, a base de diálogo y un ritmo perfecto, como si del más clásico cine negro se tratara, donde prácticamente todo lo que sucede son diálogos, interrogatorios, discusiones…

Lo primero que destaca de esta gran película es el uso del color y del blanco y negro. Se podría decir que hay tres líneas narrativas (la que va desde el Oppenheimer estudiante hasta el lanzamiento de las bombas en Hiroshima y Nagasaki, la de los interrogatorios posteriores a Oppenheimer, y la del juicio que al principio no sabemos muy bien de qué se trata). Aunque el blanco y negro ayuda a diferenciar las líneas temporales, su función principal es separar lo objetivo de lo subjetivo. En color vemos todo desde el punto de vista de Robert Oppenheimer, sin embargo, cuando se usa el blanco y negro, lo estamos viendo desde un punto de vista externo y objetivo, como una cámara que simplemente graba los hechos. Este juego que ya habíamos visto de otra forma en Memento (aunque aquí todas las líneas van hacia delante, con algunos saltos puntuales al pasado) hace realmente interesante la narrativa, ya que hasta prácticamente el final no acabaremos de relacionar los hechos, y en parte, esto es lo que sustenta y hace todavía más intrigante el thriller. Pensad, por ejemplo, el personaje de Lewis Strauss (interpretado magníficamente por Robert Downey Jr) o el propio Albert Einstein. Sabes que estos van a tener una relevancia en la historia, pero esto se va revelando poco a poco e in crescendo.

El otro elemento que Nolan maneja de forma increíble, es el ritmo. Porque conseguir que una película de tres horas te pase rápido, no es cualquier cosa. Es más, puede que incluso le falte tiempo. Porque es tal la densidad de información que vas recibiendo, que no da tiempo a procesarla en tiempo real. Aunque esto no es nuevo, ya que tanto en Origen como en Tenet ya descubrimos que era necesario ver las películas varias veces para poder entenderlas bien. ¿Y cómo se consigue este ritmo tan frenético? Pues todo se resume en un buen guion. Yo destacaría especialmente dos atributos: el primero, no añadir información superficial. En Oppenheimer prácticamente no hay diálogos que sobren. Prácticamente todo contribuye a la trama, y además, la información no llega de forma lenta. Muchas veces nos encontramos con conversaciones con planos que duran apenas dos segundos (tiempo que está muy por debajo de la media), y esto hace que dé la sensación de ser una conversación dinámica, rápida. También muchas veces encontramos escenas de no más de un minuto. Otros directores se empeñan en explotar al máximo las locaciones que utilizan. Nolan es todo lo contrario: las usa para lo que necesita y ya. Y si no tienen demasiada importancia, entra directo, sin planos generales para situarnos ni nada. Casi que tienes que ir descubriendo tú dónde están por lo que pasa en segundo plano. Y el segundo atributo es cómo ordenar los elementos de la narración, y más a pequeña escala, el montaje. El hecho de intercalar diferentes líneas de tiempo, diferentes acciones en montaje paralelo, planos de uno segundo sobre algo que se está comentando en la conversación o sobre un flashback, también acelera de forma dinámica el ritmo y aporta fuerza al guion.

El siguiente punto que me fascina de esta película es el arte que tiene Nolan en el plano-contraplano. Porque como ya he comentado, más del 80% de la película son diálogos. Sin embargo, no te da la sensación de que la escena sea estática, por más que los personajes estén sentados en una silla. Para empezar, Nolan hace muy buen uso tanto de los planos como de la disposición de los elementos dentro del encuadre. Solo con ver que personajes están más cerca de la cámara o más lejos, el ángulo con el que están grabados y el grado de desenfoque del fondo, nos podemos hacer una idea bastante buena del estado emocional de ese personaje. Si a eso le añadimos el factor de la distancia entre los personajes o su posición dentro de la habitación, ya podemos entender bastante bien por la situación que están pasando, sin haber escuchado todavía nada de ellos. Pensad por ejemplo en las escenas en las que vemos a Oppenheimer en el sillón en el fondo de la sala del interrogatorio, donde el plano y las miradas de los demás aplastan por completo al personaje, o también en la distancia entre Oppenheimer y Jean (Florence Pugh) dentro de un mismo plano, que refleja el estado de su relación. Pero lo que también hace muy bien Nolan es añadir información en segundo plano, personajes que se mueven, a veces desenfocados, a veces no, que van enriqueciendo la experiencia cinematográfica.

La actuación de Cillian Murphy sobra decir que es perfecta (creo que estamos ante el papel de su vida). Éste representa perfectamente a un genio brillante, egoísta, ególatra, pero que a pesar de su falta de virtudes lo vemos con unos ojos tremendamente humanos y empáticos. Pero lo más sorprendente es que el resto de actores, muchos de ellos secundarios, lo hacen de maravilla, a pesar de ser muchas veces eclipsados por el protagonista. Y si a una buena actuación le juntas una buena caracterización de los personajes, consigues la combinación perfecta. Es fascinante como a Nolan le bastan dos o tres frases para presentarnos a un personaje y que entendamos su forma de ser. Pensad si no en el presidente Truman, que solamente aparece en una escena. Pero si me tengo que quedar con dos personajes, uno sería el de Lewis Strauss (Robert Downey Jr), y el otro el de Kitty Oppenheimer (Emily Blunt). Estos dos personajes, a pesar de no tener tanta presencia como Robert Oppenheimer, son troncales para el desarrollo de la historia y su aportación es fundamental. Lewis Strauss es básicamente quien vertebra el último tercio de la película y detonante de ésta, y además es muy interesante como nosotros como espectadores lo vemos de distintas formas a medidas que avanza la película. Pero es que el personaje de Kitty también es increíble, no solo como sustento que mantiene en pie a Robert, sino también como detonante emocional, ya que es mucho más expresiva y directa que su marido, y su actuación me ha puesto la piel de gallina en un par de ocasiones. Para terminar con el tema de los actores, el trabajo de maquillaje que hay sobre ellos también es muy eficaz, ya que nos muestra claramente el paso del tiempo sobre ellos.

Antes de pasar a la trama, hay que mencionar que la banda sonora de Ludwig Göransson es muy efectiva. Si bien los temas no son tan reconocibles o memorables como los de Zimmer, son muy funcionales, envolventes y sensitivamente emocionales, y van totalmente en consonancia con lo que quiere transmitir la película en ese momento. Porque las grandes escenas que consigue Nolan no serían ni la mitad si le quitamos la música.

Ahora sí, entremos en la trama de la película. A partir de ahora sí que va a haber spoilers, que si bien en el caso de esta película no fastidian demasiado la trama, siempre es mejor ver una película sin saber qué te vas a encontrar o que hechos históricos o de qué manera se van a explicar. La película se puede dividir en tres partes más o menos diferenciadas, de una hora cada una aproximadamente: la primera es hasta que empieza el proyecto Manhattana en los Álamos, la segunda todo el desarrollo de la bomba atómica hasta el clímax de la primera prueba nuclear (Trinity), y la tercera las consecuencias psicológicas que tiene el lanzamiento de las bombas en Hiroshima y Nagasaki para Oppenheimer, y la congruencia con las demás líneas de tiempo de los interrogatorios y el juicio. Ahora bien, el tema de esta película, más que relatar unos hechos históricos, consiste en explicar las causas que llevaron a la creación de la bomba atómica, el cómo afectó este hecho al grupo de científicos implicados, y finalmente las consecuencias que tuvo principalmente en Oppenheimer el hecho de que se usara como arma de destrucción masiva y que se quisiera seguir investigando para obtener armas más poderosas. Resumiendo, que a Nolan le importa sobre todo que veamos como afectaron todos estos hechos a unos personajes y lo que les hicieron sentir. También destacan otros temas como el patriotismo más humanista y no ideológico, la expiación de la culpa, el ansia de fama y poder…

Si tengo que quedarme con dos escenas de la película, una por supuesto sería la de la prueba Trinity. Ésta es sencillamente mágica en todos los niveles. El juego que hace con el sonido y con su ausencia, la propia explosión, la reacción de los personajes, la cara de desolación de Oppenheiemer que entremezcla el triunfo y el miedo… Pero si hay una escena que es todavía mejor, es cuando Oppenheimer da un discurso a la gente de los Álamos después del lanzamiento de las bombas en Hiroshima y Nagasaki. Esta escena es puro terror psicológico, de lo mejor que he visto en años. Apagar el sonido, los gritos aislados, planos detalles, la fuerza del color blanco… Ojalá Nolan hiciera una película de terror, porque le saldría de maravilla.

Ahora bien, que Oppenheimer sea una obra maestra no significa que sea perfecta. Y creo que su mayor error ha sido la calificación R. No solo porque esto supone una reducción en el número de audiencia, sino también porque es innecesaria. Nolan hasta ahora nunca había incluido una escena de sexo en sus películas, y la única desnudez anterior que recuerdo es la del cadáver de Insomnia. Y este paso, en mi opinión, supone una falta de personalidad para Nolan, ya que era una de las características insignia de su cine. Puede ser más o menos cierto que el sexo tiene una importancia en la trama de la película. Pero como ya he comentado otras veces, éste se puede mostrar sin desnudez explícita. Para empezar, me parece una falta de respeto para la gran actriz que es Florence Pugh. Porque con lo bien que sabe actuar ella, y aquí Nolan nos la muestra en una corta conversación y después hay un corte y ya la vemos cabalgando a Oppenheimer. Sin que casi conozcamos al personaje, sin crear vínculos emocionales, sin sentido. Porque esta primera escena de sexo es totalmente innecesaria. De hecho, me parece mucho más acertado como presentan a la señora Oppenheimer, con un par de conversaciones que ayudan a caracterizarla y sin tener que recurrir a lo explícito. Pasemos ahora a la otra escena que es un poco más larga. Este montaje paralelo en el que vemos a Oppenheimer y Jean hablando desnudos y por otro lado tenemos el interrogatorio, tiene algunos elementos geniales y otros que estropean la escena. La parte del interrogatorio me parece muy inteligente, cómo con un paneo nos muestra a un Oppenheimer desprotegido y vulnerable, la mirada entre Jean y Kitty… Realmente tiene mucha fuerza. Sin embargo la conversación entre Oppenheimer y Jean puede distraer más que aportar. Porque igual que se ha tenido cuidado en que crucen las piernas, también se podrían haber preocupado de cruzar los brazos y así no distraer al público de lo esencial en ese momento: el diálogo. Es cierto que el hecho de que los sillones estén tan separados tiene un simbolismo, que el acercamiento progresivo a la cara de Jean está muy bien empleado como lenguaje cinematográfico, pero hay maneras y hay maneras. Y la desnudez se entiende sin la necesidad de mostrarla. A mí sinceramente me hubiese gustado un mayor trabajo sobre el personaje de Florence Pugh, que se le hubiese dado un mayor protagonismo, porque me parece que se ha utilizado como un personaje meramente sexual. Tanto hablar de feminismo y luego se sigue utilizando a las actrices como objetos de reclamo.

Bueno, me parece que Oppenheimer es una gran película que gustará tanto a los fans del Nolan como a los fans del cine. Me ha emocionado también que la gente aplaudiera al final de la película. Es genial que haya directores así a los que se les conceda una libertad artística total para hacer lo que les dé la gana y contar historias a su manera. Oppenheimer es realmente una bomba que empieza a estallar desde el minuto uno y genera una reacción en cadena que no para hasta que estallan los créditos.


Daniel
21/07/2023