Crítica Los Fabelman: convertir las heridas en obras de arte
¿Quién no conoce a Steven Spielberg? Probablemente sea el director más icónico de los últimos 50 años, y se lo tiene bien merecido por el gran número de alegrías que nos ha regalado con su cine. El co-inventor del blockbuster, y experto en conjugar arte y entretenimiento (igual que Ford, Hitchcock, o actualmente también Nolan o Villeneuve), Spielberg es de los nombres imprescindibles para entender qué es el cine como arte y también el cine de las últimas décadas. Pero, ¿quién conoce realmente a Spielberg? ¿quién sabe cómo llegó a formarse ese genio que con tan solo 28 años dirigió Tiburón? Pues esa es la historia que nos viene a contar Los Fabelman, una autoficción del propio Spielberg personificada en un niño llamado Sam Fabelman, que nos cuenta su infancia y adolescencia hasta que consiguió su primer contrato en la industria del cine.
Los Fabelman me ha parecido una obra extraordinaria. Dramáticamente conmovedora, tiernamente humanista y profundamente íntima. Un intento de reconciliarse con su pasado, de mostrar y sanar las heridas familiares desde la comprensión, el perdón, el amor. En el cine de Spielberg las familias nunca son idílicas, siempre tienen algún vacío, alguna herida, alguna sombra. Pensad, por ejemplo, en E.T. el extraterrestre. Pero todas estas pistas que ya nos había ido dejando a lo largo de su filmografía, aquí se resuelven dando forma a su propia historia. Tras la película, he salido con las ganas de volver a ver varias de las películas de Spielberg, porque iluminadas por Los Fabelman, seguro que se puede hacer una relectura muy interesante.
Pero volvamos a la película. Las imágenes de Los Fabelman no son las más poéticas del cine de Spielberg (a pesar de manejar muy bien la cámara, la luz, la lluvia, el humo…), pero sí las más personales. La cámara son los ojos del Spielberg del presente leyendo su propio pasado. Pero sin juzgar, sin acusar, sin ningún intento moralista. Solamente tratando de entender esas heridas, de curarlas, de hacer las paces. Eleva a cada uno de sus familiares con una dignidad conmovedora. Mediante el guion y los diálogos, les redime regalándoles momentos y frases que los justifican, para demostrar que a pesar de los errores que han cometido, les comprende, les perdona, entiende que tenían buenas intenciones y que simplemente no pudieron escapar del hecho de ser humanos, y por tanto, un mosaico de virtudes y debilidades. Me voy a permitir la licencia de continuar hablando con spoilers, porque me parece que lo importante en Los Fabelman no son tanto los aspectos estrictamente cinematográficos como escenas y momentos concretos, con las ideas que llevan asociadas.
Los Fabelman nos presenta esencialmente dos temas: un drama familiar escrito con un tono humanista, y el nacimiento y evolución de la pasión por hacer cine como forma de supervivencia y sentido de una vida. Estos dos van siempre de la mano y se acentúan mutuamente, al menos en la vida de Sammy Fabelman. Él necesitaba hacer cine. Cuando era pequeño, necesitó rodar el descarrilamiento de un tren para poder superar el impacto que le habían producido las imágenes de El mayor espectáculo del mundo. Al poco tiempo, el rodar películas se convirtió en su mayor motivación, mucho más que una afición. Pero también es preciosa la escena en la que, incapaz de hablar verbalmente con su madre, se lo dice todo mostrándole las imágenes grabadas durante la acampada, que había recortado del video original. Esa es la verdadera naturaleza del artista: alguien que habla con los medios propios de su arte, en este caso, imágenes en movimiento. Porque no tiene una forma mejor de expresarse. Es más, de cualquier otro modo se siente limitado. Pero también vemos como Sam es un grandísimo director de actores, que consigue conmover hasta al más duro de sus actores en la película bélica, el último soldado que queda en pie, que ni siquiera tiene que actuar porque tras el discurso de Sam empieza a sentir el dolor y llorar profundamente, absorbido totalmente por el momento que se está poniendo en escena. Aunque sin duda, la escena más memorable es la que ocurre tras la proyección del video de “El día de las pellas”, en el desolado pasillo del instituto donde Sam se encuentra destrozado, cuando llega el matón del curso. Hasta el corazón de su mayor enemigo se conmueve con su película. Lo hace volar, lo eleva a la categoría de ídolo, por el bien de su película, porque así lo pedía la realidad filmada. Este es uno de los rasgos más dolorosos de un verdadero artista: la obra pasa por delante de sí mismo, de sus sentimientos y afectos. Incomprensible para él, incomprensible para los demás, pero obediente la esencia de la escena filmada, y por ese motivo libera la cerrazón de los corazones, arranca las lágrimas de hasta las personas más crueles, y une a dos personas enfrentadas a muerte, hasta el punto de que uno ensalza al otro y este otro le defiende incluso de su mejor amigo. En la vida real eran incapaces de hablar sin acabar en los puños, y el arte consigue conectarlos en lo más hondo. Esta es la paradójica vida del artista y el extraordinario poder del arte. Una última escena que también ejemplifica muy bien la mirada del artista es cuando Sammy siente los latidos de su moribunda abuela en su cuello, resaltando su extraordinaria sensibilidad para ver lo que nadie más ve, para sentir lo que nadie más siente.
Pero ciertamente todos estos dones no aseguran una vida alegre ni sencilla, como se pone de manifiesto a lo largo de todo el metraje. En prácticamente todas las proyecciones que hace Sam, lo vemos triste y decaído mientras el resto de personas disfrutan emocionadas de las películas. En el video de la acampada o el de la película bélica, Sam no puede pensar en otra cosa que la infidelidad de su madre; en el de “El día de las pellas” está destrozado por la ruptura con su novia, incentivada precisamente por el divorcio de sus padres… La vida familiar de Spielberg fue realmente difícil, y la herida que dejó en su historia los años previos al divorcio y el divorcio de sus padres es realmente profunda. Por eso sorprende tanto que la haya planteado con un tono esperanzador, emotivo, pacificador… A esto me refiero cuando hablo del humanismo de la película. Spielberg cree en la humanidad. Actualmente, estamos sufriendo una pandemia de directores nihilistas, que si hubiesen dado con una historia como esta, hubieran planteado el guion como una acusación contra los padres y la humanidad en general, haciendo apología de que no existe el amor verdadero y que por eso las personas tienen que ser profundamente egoístas y huir de este sinsentido. Pero Spielberg le da la vuelta completamente. Nos muestra a un padre que ama tanto a su esposa (a pesar de que muchas veces no logra comprenderla con su mentalidad tan técnica) hasta el punto de dejarla y animarle a irse, sacrificando su propia felicidad para que ella pueda conseguir la suya. Nos muestra a una madre plenamente consciente de su gravísimo error y de la esclavitud que supone su infidelidad, que prefiere alejarse para evitar esclavizar con su actitud a sus hijos y que no la vean convertirse en alguien mucho peor. Por supuesto que Spielberg no está justificando los errores de las personas, sino que está justificando a las personas. La sociedad actual está empeñada en buscar culpables, en señalar. Spielberg se preocupa por el acusado, por el pecador, como Jesús con la mujer adúltera. Lo que importan son las personas, más allá del mal que hayan hecho. Y se condenan las acciones, no las personas. La película no escatima en mostrar el daño que causó el divorcio en su familia (sin ir muy lejos, la escena en la que los padres anuncian la desgracia a sus hijos es terriblemente triste, te arranca las lágrimas por mucho que te esfuerces en contenerlas). Pero también se encarga de hacernos empatizar con cada uno de los personajes. Por ejemplo, el momento en el que entran a la casa nueva y el padre coge en sus brazos a la madre, la tristeza que vemos en los ojos y los labios de la madre sacude hasta el más duro de los corazones, nos entristecemos con esos sentimientos reflejados en su rostro. De aquí la maravillosa ambigüedad que se consigue en la película: dolor por las acciones y compasión por las personas. Y la cámara siempre se encarga de enternecer estas imágenes. Spielberg consigue llenar de amor esos vacíos que se crearon en su pasado. Y también es todo un detalle que se haya esperado a hacer esta película a que sus dos padres fallecieran, por si acaso a alguien se le ocurría hacer una mala interpretación de ella.
A pesar de que su drama personal influyó en su evolución como artista, y también contribuyó en parte a aumentar su drama familiar como ya le profetizó su tío (generando, por ejemplo, algunas discusiones con su padre, incapaz de ver el arte como algo más que una mera afición), el arte también supuso para Sammy un refugio de salvación. Vemos varias situaciones, siendo la más impactante la que ocurre tras la noticia del divorcio de sus padres, que Sam es incapaz de lidiar con su situación, y corre a refugiarse en su cuarto y sus películas. Se aferra al arte como su única esperanza. Aunque una verdadera esperanza no tendría que llevar a la cerrazón y el egoísmo, sino a la apertura generosa. Suerte que en la familia Fabelman existe un miembro sensato, la hermana de las gafitas, que parece ser que es la única que se atreve a decir las cosas tal cual son (por ejemplo, en esta escena en la que Sam huye a acabar la película, o cuando su madre baila a contraluz de los focos del coche).
Ya por último, solo mencionar que la actuación del padre me parece maravillosa, y que Spielberg conserva un buen sentido del humor, especialmente con un par de metachistes (el del pasillo del instituto y el del último plano de la película) que son geniales. Y la escena del encuentro de Sam con John Ford (interpretado por el mismísimo David Lynch) también es extraordinaria. Pero sin duda alguna, lo mejor de la película es la capacidad que tiene Spielberg para emocionarnos con su propia historia, con situaciones que quizás no hemos vivido, conectarnos con sus personajes y llegar hasta nuestro corazón.
Daniel
13/12/2024