LANGOSTA

Una inteligente sátira sociológica


Crítica Langosta: Una inteligente sátira sociológica

"¿Qué es peor, morir de hambre y frío en el bosque, convertirse en un animal y morir devorado por otro más grande o que te sangre la nariz de vez en cuando?" Frases como esta que parecen absurdas sacadas de contexto, sintonizan a la perfección con el satírico mundo creado por Yorgos Lanthimos en Langosta. Porque el cine de Lanthimos no es solo crítica o provocación como algunos piensan, sino que cada película funciona como un experimento sociológico que pone a prueba la filosofía y moralidad del pensamiento moderno. El director griego no es solo de los mejores directores de la actualidad, sino que también tiene una gran personalidad en las ideas presentes en su cine y sello propio en sus imágenes.

Las sociedades que reflejan las películas de Lanthimos normalmente funcionan desde la exageración. El deformar la realidad y llevarla a los extremos desnuda las ideas por completo y exalta el absurdo de los comportamientos y pensamientos, y nos hace ver de forma evidente el sinsentido de algunas actitudes que en nuestra realidad están presentes de forma atenuada o metafórica. En el caso de Langosta, en seguida destaca que todo es o blanco o negro. O talla 44 o talla 45, no existe el 44 y medio. O humano o animal, o cazador o cazado, o soltero o casado. Esta película no propone términos medios. Pero como suele pasar, los extremos a veces se tocan. Las estrictas normas opuestas entre el hotel y el bosque siguen la misma línea autoritaria.

Otra marca de agua del cine de Lanthimos son los personajes vacíos de sentimientos y emociones. Las miradas perdidas al infinito, la insensibilidad ante el sufrimiento, la sexualidad rígida, distante y vacía de emociones… Todo esto, no solo sirve para provocar y para generar un humor negro muy peculiar y crudo, sino que también nos hace tomar distancia respecto a los personajes, nos dificulta empatizar con ellos para que nos cuestionemos directamente la moralidad de las acciones y las ideas sin dejarnos influenciar por la emocionalidad. Por eso el humor de Lanthimos suele incomodar, y la violencia suele ser muy física y directa, pero a la vez con carga simbólica. Porque sirve sobre todo como un subrayador, para llamar la atención sobre algo en concreto. Los bailes también rozan prácticamente siempre el absurdo en sus películas. Pero el desconcierto despierta nuestro cerebro. También aparece muy frecuentemente el recurso de la antítesis. Por destacar una de las grandes escenas de la película, es fascinante como en la primera caza Lanthimos orquesta una música dulce con escenas poéticas a cámara lenta que a la vez muestran rostros de sufrimiento y golpes de violencia en primer plano y ralentizados.

Pasando a aspectos un poco más técnicos, la fotografía y dirección de arte de la película está muy trabajada, con las típicas paletas de colores apagadas y harmónicas presentes en el buen cine griego. En los planos que usa Lanthimos, raramente hay elementos improvisados. Esto lo vemos claramente en varios momentos en el bosque, donde en segundo plano aparecen de vez en cuando animales, cada cual más extravagante que el anterior. Pero también los vemos en aquellos planos que están vaciados a propósito, con mucho espacio negativo por encima del personaje o por detrás, donde se muestra el personaje acurrucado en un lado del encuadre reflejando el vacío o la soledad del ser humano. Los enfoques selectivos del rostro de un personaje también tienen mucha fuerza expresiva, además de los contrapicados desde un lado con cierta inclinación para mostrar la inestabilidad emocional. En diversos momentos de la película vemos que muchos elementos y objetos también van en pareja, por ejemplo, siempre hay dos grifos juntos, dos vasos, dos cuadros… Esto por supuesto también está recordándonos la importancia de la pareja en esta sociedad. La banda sonora también es magnífica, combinando temas que recuerdan a la música clásica con otros más inquietantes.

Aunque si hay algo que es verdaderamente interesante en esta película, es el tema y dilemas que plantea. Para tratar este apartado voy a tener que hablar con spoilers, aunque estos tampoco son excesivamente importantes en la película, ya que ésta no se sustenta por los giros de guion, y la imprevisibilidad viene dada por el propio estilo del director y no tanto por la trama. De entrada lo que más choca es la visión que tienen en la sociedad propuesta por Lanthimos donde el criterio para elegir pareja es tener un rasgo principal en común (ya sea una cualidad o un defecto). Esto, aunque visto de forma exagerada parece disparatado, no está lejos de la visión que tienen muchas personas en la actualidad. ¿Cuántas parejas hemos visto en las que su relación se fundamenta principalmente en una afición en común, o solo en la atracción física? Pero el dilema planteado por Lanthimos va más allá. Podríamos resumirlo en la pregunta ¿cuál es el fundamento que sustenta y da garantía de estabilidad en un matrimonio? La respuesta obvia es el amor, pero esta respuesta hay que matizarla, porque quizás no todo entendemos lo mismo con la misma palabra. Porque el amor no es solo un sentimiento, sino qué estás dispuesto a hacer por la otra persona. Volvamos a la frase del principio “¿Qué es peor, morir de hambre y frío en el bosque, convertirse en un animal y morir devorado por otro más grande o que te sangre la nariz de vez en cuando?”. Aquí vemos claramente el pensamiento que tiene el personaje que cojea: es una alternativa, el mal menor, que es preferible a estar solo o convertirse en un animal. Es decir, egoísmo puro y duro. Algo similar expresa David (Colin Farrell) con la frase "Es más difícil fingir que sientes algo por una persona cuando no lo sientes, que fingir que no cuando sí que lo sientes". Es decir, está eligiendo la opción que cree que es más fácil, por descarte. Más adelante la película da un paso más. Cuando David en el bosque se enamora de la mujer miope (Rachel Weisz), sí que es cierto que empieza por algo en común, pero después decide seguir adelante a pesar de que se queda ciega, hasta llegar al enigmático final en el que se queda frente a la decisión de si quitarse la vista o no. Imaginemos que decide quedarse también ciego y volvamos a la pregunta ¿esto es amor? Dejando de lado la irracionalidad de este acto, al menos aquí hay voluntad de sacrificio, de salir perjudicado por “el bien” de la relación. Sin embargo, el amor no es tan ciego como para quedarse ciego. Y esto no deja de ser la misma mentalidad: eliminar las diferencias en vez de aprender a aceptarlas. Porque la clave del verdadero amor creo que radica en aceptar al otro tal y como es, con sus virtudes y defectos, con sus puntos en común y diferencias. Y ojo, esto no quiere decir que no haya que cambiar nada, por supuesto que es un signo de amor el querer cambiar para agradar más a la otra persona. Pero siendo conscientes de que es imposible llegar a ser iguales, que hay cosas que se tiene que aprender a convivir con ellas y esto no supone ningún problema esencial. Es más, la diferencia entre temperamentos, carácter, sexos, se puede ver como una complementariedad maravillosa. Dos animales de diferente especie no pueden convivir, pero dos humanos distintos sí, porque nuestra racionalidad nos hace capaces de apreciar las diferencias como algo positivo que puede suplir nuestras carencias.

Pero, ¿es suficiente con aceptar las diferencias? Me temo que la respuesta es que no. El matrimonio es algo mucho más elevado que un simple sentir afecto por otra persona en los buenos momentos y soportarse mutuamente en los malos. Para que haya una garantía de estabilidad hace falta valores y convicciones comunes, un proyecto de vida en común, ir caminando hacia el mismo sitio. Porque si tenemos destinos distintos, como mucho coincidimos un rato en el trayecto, pero los caminos tarde o temprano se separan. Por eso, aunque nuestra personalidad puede ser diferente y esto no supone ningún impedimento, la meta, nuestro propósito en la vida, tiene que apuntar hacia el mismo lado. Y el verdadero amor también tiene que ser total. Tiene que haber voluntad de entregarse a la otra persona, de estar dispuesto a cambiar lo que sea. No solo perder un ojo, sino dar la vida si es necesario. Porque si solo nos esforzamos en suprimir nuestras diferencias, no salimos del egoísmo, de hacer lo que nos es más fácil a largo plazo. Si buscamos en la otra persona alguien similar a nosotros o el complemento perfecto, esa persona no deja de ser una prolongación de nuestro yo. Por eso, un buen parámetro para medir nuestro amor por una persona puede ser el siguiente: ¿a qué estoy dispuesto a renunciar por esa persona?, ¿qué daría yo por esa persona? Todo esto, evidentemente no lo dice la película. Son pensamiento que he ido sacando a raíz del visionado, porque la intención de Yorgos Lanthimos es plantear preguntas, no responderlas.

El largometraje también saca a relucir otros temas, como la prisa y presión por conseguir pareja. ¡Sólo 45 días! Esto, aunque está exagerado, en determinados ambientes se puede dar algo similar, y también la sociedad muchas veces empuja a correr más rápido de lo prudente en las relaciones de pareja. Es cierto que hoy en día muy pocas personas creen en una relación para toda la vida (lo cual es una lástima). Pero aun la gente que alberga alguna esperanza, muchas veces empieza la casa por el tejado. ¿Qué sentido tiene una entrega física, tan íntima y estrecha cuando los corazones y pensamientos todavía están tan lejos el uno del otro? Esto no solo contribuye en cegar otros aspectos, sino que está fundamentando una relación en algo inestable, cambiante, como es el cuerpo. Y cuando cambia, pasa lo que a la chica miope: que luego solo se ven las diferencias. Por eso el tiempo es importante para conocer profundamente a otra persona, para ver también las diferencias y sobre todo, las aspiraciones más profundas. Y las prisas en empezar una relación tampoco son buenas. Ya lo muestra la película: a veces, cuando buscas el amor, no lo encuentras, y cuando menos te lo esperas, el amor te encuentra a ti. El hotel de la película también se puede ver de forma metafórica como las páginas de citas online, donde te etiquetan con tus rasgos principales y buscan gente con similitudes. También es un falso mito la frase que dice "Si hay problemas o tensiones que no pueden resolver por ustedes mismos, se les asignará un niño. Suele ayudar, mucho". Los niños claro que unen mucho, pero no solucionan los problemas.

Por último, creo que es interesante comentar el uso de la violencia presente en la película. Hay principalmente dos escenas que pueden resultar fuertes. La primera, el suicidio de la mujer de las galletas. La segunda, la muerte del perro de David (que realmente es su hermano convertido en animal). Es cierto que en ambos casos no vemos la muerte en sí, sino las consecuencias posteriores. Pero éstas, especialmente la segunda, son gráficas y mostradas con frialdad. Si bien yo soy partidario de usar más el fuera de campo, dejar que el espectador intuya más y se le muestre menos, o incluso usar lo simbólico o metafórico, en este caso crean un efecto de confrontación con el espectador, casi de provocación. Algo similar pasa con las escenas de sexo, que están despojadas de todo erotismo y mostradas de forma fría, y no demasiado explícita, y por tanto, aunque quizás también se pueden hacer de otra manera, generan el efecto deseado en el espectador.

Bueno, estos más que una crítica sobre la película parecen mis reflexiones acerca de ella. Pero creo que queda claro que Langosta me ha parecido una gran película, dirigida con maestría, y sobre todo, para hacer pensar. Aunque mi película favorita de Yorgos Lanthimos sigue siendo por ahora The killing of a sacred deer, Langosta puede ocupar perfectamente el segundo puesto en cuanto a mis gustos personales de la filmografía del director, y sin duda entra en el top 3 si tomamos como criterio la calidad cinematográfica.


Daniel
03/09/2023