Crítica La Gran Belleza: un acercamiento al misterio de la belleza
“La pobreza no se cuenta, se vive”. Y tú, Paolo Sorrentino, ¿has experimentado alguna vez la Belleza o nos cuentas cosas que no has vivido? Empiezo ya con un ataque fuerte al director. Pero realmente tiene que ser así. La gran belleza es una gran película, y, por lo tanto, se merece una crítica con unas exigencias a la altura. Y no os confundáis, si soy duro con ella, porque no es lo mismo afrontar una crítica de un estreno de una ópera prima, donde lo que prima es encontrar rasgos premonitorios de un futuro gran artista, que la crítica de una película que ya se ha empezado a consolidar como obra de arte. No se le puede aplicar el mismo listón a Bergman que a Charlotte Wells. Y las obras de Sorrentino ya se están haciendo un hueco entre lo mejor del cine italiano.
Por este motivo voy a dejar mi postura clara desde el principio: La gran belleza es una buena película que intenta responder una pregunta existencial interesantísima, pero a veces pierde el enfoque, y al final no llega a adentrarse en la profundidad del asunto. Como el propio protagonista de la película (un magnífico Toni Servillo interpretando de forma magistral al personaje de Jep Gambardella). Pero antes de adentrarnos en el tema, empecemos por un análisis más racional.
A nivel fotográfico, la película es exquisita. Sorrentino tiene una verdadera preocupación por buscar la belleza en cada plano, incluso hasta pecar de barroquismo. Su puesta en escena está al servicio de la imagen cinematográfica antes que del argumento. La cámara no para quieta, incluso hay movimientos ligeramente rápidos, pero siempre acariciando las imágenes. Predominan los planos cerrados, resaltando elementos de la localización dentro del encuadre. Los lugares y situaciones se describen básicamente a base de planos cortos, como olas de emociones que van acariciando la arena de la playa estética.
Hay escenas que son maravillosas. La primera de todas es la mejor de la película. Cada plano contiene una belleza especial que demuestra la gran sensibilidad que tiene Sorrentino en sus momentos de lucidez. Pero esta armonía se profana con la irrupción grotesca de un grito en una fiesta desenfrenada. Y esto nos lleva al segundo elemento que destaca de la película: los contrastes. Hay algunos que son intencionados, y como recurso narrativo funcionan muy bien, como el contraste que hay entre la Roma clásica, pura y bella, y la Roma moderna, decadente y arrodillada ante el monoteísmo del hedonismo. Pero hay otros que son fruto del desequilibrio de calidad estética que hay entre escenas. Los planos que retratan la belleza de Roma (las fuentes, las calles, los edificios y esculturas, o incluso la fantástica escena de las monjas persiguiendo a los niños en unos jardines) están grabadas con una delicadeza y sensibilidad especiales, con una sensorialidad y naturalismo únicos, y acompañados de una música de coros celestiales o sinfonías divinas que, usando expresiones de la película, hacen que notes las vibraciones. Sin embargo, las escenas de las fiestas, se pierden en el barroquismo acelerado y la sensualización superficial. Por supuesto que Sorrentino ofrece buenos planos y tiene el montaje controlado en estas escenas, pero son formas estéticas vacías. Son secuencias donde todo es ruido y bajo las cáscaras no hay nueces. Como videoclip musical funcionarían bastante bien. Pero al lado de otras escenas que son verdaderas obras de arte, estropean el tono de la película.
Pasando ahora al tema de la película, ésta plantea preguntas esenciales acerca del sentido de la vida, y, por lo tanto también sobre la muerte, el impacto de la belleza… Aunque debido a la magnitud de estos interrogantes, la respuesta que ofrece Sorrentino no consigue cerrarlos de forma exitosa. Aunque bueno, solo el hecho de plantearlos ya justifica con creces esta obra. La película arranca muy bien, se pierde en su tramo central, aunque con algunas estrellas en la noche, como la escena de la jirafa o algunas conversaciones muy bien construidas y que arpegian el compás temático, y al final, con la aparición del personaje de “la santa”, se vuelve a recuperar. El desenlace deja un tono nihilista y nostálgico, con una respuesta un tanto superficial. Pero para justificar todo esto voy a tener que hablar a partir de ahora con spoilers.
Para entender bien la tesis que plantea Sorrentino, viene bien recoger la frase de Louis-Ferdinand Celine con la que arranca la película, y la frase con la que Jep cierra la misma.
“Viajar es útil, ejercita la imaginación. Todo lo demás es desilusión y fatiga. Nuestro viaje es enteramente imaginario. Ahí reside su fuerza. Va de la vida a la muerte. Personas, animales, ciudades y cosas, todo es inventado. Es una novela, nada más que una historia ficticia. Lo dice Littre, él no se equivoca nunca. Y además, cualquiera puede hacer otro tanto. Basta cerrar los ojos. Está en la otra parte de la vida”.
“Siempre se termina así con la muerte. Pero antes estuvo la vida, escondida tras el bla, bla, bla, bla, bla, bla... Todo está resguardado bajo la frivolidad y el ruido, el silencio, el sentimiento, la emoción, el miedo… los esquivos e inconstantes destellos de belleza, y luego la tristeza desgraciada, el hombre miserable. Todo sepultado bajo la vergüenza de estar en este mundo. Bla, bla, bla, bla, bla, bla... Más allá está el más allá. Yo no me ocupo del más allá. Así pues, que comience la novela. En el fondo es sólo un truco. Sí, solo un truco.”
Toda la película es un viaje circular, como el cañón con el que se da el pistoletazo de salida. Jep, después de probarlo prácticamente todo, descubre que tiene que volver a las raíces. Pero, igual que Sorrentino, interpreta mal las palabras de “la santa”. Jep piensa que tiene que regresar a ese recuerdo en el que experimentó por primera vez un destello de la belleza, como fuente de inspiración y de evasión. Por una parte, esto está bien para sobrevivir, para afrontar la muerte, para escribir… Pero es una escapatoria un poco pobre, anclada en la nostalgia, en lo que ya fue, y sin esperanzas en el futuro. La “Gran Belleza” es algo mucho más elevado. El resplandor de ella que percibió Jep en el cuerpo femenino es solo una de sus muchas manifestaciones, pero no es la causa primera, no es la raíz. Podemos encontrarnos con la Belleza en el arte, en la naturaleza, en las personas, en el bien, en la verdad… Solamente tenemos que abrir los ojos, vivir más allá del bla, bla, bla. Cuando veamos refulgir destellos de la Belleza, adentrémonos en sus misterios. Y solo así viviremos de verdad. Más aún, la verdadera Belleza no encadena en el pasado, sino que proyecta hacia el futuro, incluso al “más allá”. En el fondo este es el truco: estar atentos a la belleza mientras intentamos hacer de nuestra vida algo bello, una verdadera obra de arte. Todo esto no excluye el dolor, ni la muerte, ni el sufrimiento, ni las dificultades. Pero las llena de sentido. Dejarán de ser un tren que no va a ninguna parte para convertirse en un cohete que apunta a lo más alto, a la “Gran Belleza”.
Bueno, creo que me he pasado de filosófico para ser una crítica de una película, pero La gran belleza se presta para eso. También se pueden sacar otras reflexiones y mensajes, por ejemplo, viendo la película como una actualización de La Dolce Vita de Fellini, o como una crítica a la decadencia que ha traído a la cultura romana la pérdida de sus cimientos y los valores clásicos del renacimiento. También da para reflexionar sobre la sabiduría de "la santa", una persona dedicada plenamente a los enfermos, frente al bla-bla-bla de "los entendidos", la clase alta, el escritor que no escribe, el famoso cardenal que solo cocina, "los artistas" arremolinados entre el alcohol y las fiestas... Pero, ¿a quién escuchamos nosotros en nuestra realidad? ¿Quién conoce mejor la esencia de la vida?
Para cerrar esta crítica, La gran belleza es una película que solamente recomendaría a aquellas personas que tengan una verdadera inquietud por las preguntas que plantea esta obra, y hayan hecho un trabajo previo por intentar responderlas. Porque a pesar de la importancia del tema y de que tiene momentos realmente de artista, la respuesta no llega a la profundidad del asunto, y esto puede confundir a según qué espectador. Porque esta película realmente dejará una huella en aquellas personas que tengan una mínima sensibilidad estética, y, por lo tanto, hay que ir preparados. También hay que advertir que contiene algunas imágenes explícitas.
Daniel
18/05/2024