Crítica Háblame: la generación Z del terror
"Háblame. Te dejo entrar". Que sorpresa me llevé al ver Háblame, la primera película de los hermanos Philippou (creadores del canal de youtube RackaRacka). Películas como esta me recuerdan lo fantástico que es el género de terror, donde con muy poco presupuesto se pueden hacer películas muy originales a la vez que comerciales (ojo, no estoy empleando aquí el término comercial como algo negativo, sino para designar que es una película accesible para el gran público y que fácilmente gustará).
Háblame sabe dar otra vuelta de tuerca al subgénero de espíritus y posesiones, que ha sido explotado hasta su decadencia en los últimos años. Aquí no hay ouijas sino manos embalsamadas. También desvincula todo lo sobrenatural del ámbito religioso, para llevarlo a la generación Z donde los videos y redes sociales parecen ser su mayor preocupación en este mundo. Pero sin duda, el mayor acierto (y también lo que aporta mayor frescura a la cinta) es la analogía que hace entre las posesiones y las drogas. Esto funciona tremendamente bien por dos motivos. El primero, por la doble lectura que se puede hacer de los sucesos de la película (el primer contacto con la mano, los propietarios, la adicción, los efectos secundarios, el mono…). Para que se entienda, el juego que hace es similar al paralelismo que había en It follows con las ETS. Y el segundo motivo es que esto nos permite adentrarnos en un mundo terrorífico sin darnos cuenta. A mitad de película, me empecé a preguntar ¿cómo puede ser que esté enganchado a una película de posesiones, temática que no me suele gustar? Y la respuesta está en lo que iba comentando. Todo se va introduciendo poco a poco en un ambiente festivo y jovial. Y lo que empieza con unas risas acaba desatando el terror más absoluto.
Porque en Háblame también destaca el terror. Y cuando se pone fuerte, no se corta ni un pelo. La película arranca con un magnífico plano secuencia que desemboca en una muerte de ejemplo. Y unos minutos más tarde, nos encontramos con la típica escena del animal muerto en la carretera, como presagio de lo que va a pasar (¡aquí es un canguro!, para que se note que es Australia). Esta escena tendrá una gran importancia para el final, cosa que quedará resaltada con el paralelismo entre ambos planos cenitales (que por cierto, son magníficos). La dinámica general de la cinta es alternar escenas que te tienen en tensión, esperando el jumpscare, con escenas de drama. Hasta que llegan momentos en que todo explota de forma violenta. Y es precisamente en estas escenas donde el terror es más absoluto, tanto porque va muy de la mano de lo dramático (siendo a la vez causa y consecuencia) como porque prácticamente no hay muertes en toda la película. Pero, ¿por qué es una virtud que no haya muertes? Primero porque nos acerca al realismo y nos hace ver esa posibilidad como algo terrorífico, no como en los slasher, donde muere alguien cada cinco minutos y casi no le damos importancia. Y después porque nos muestra y recuerda cada vez que vemos al personaje en cuestión el terrible suceso, y sus consecuencias (tanto físicas como mentales) que ha tenido en él y la gente de su alrededor.
Otro aspecto que también conjuga muy bien la película es la coherencia entre el drama y el terror. No solo porque estos se realimentan mutuamente, sino también porque la carga dramática es una parte esencial de la historia, que sustenta la trama, da credibilidad e impulsa el terror y sin la cual el guion perdería el sentido. Porque aquí también hay drama a varios niveles: familiar, entre amigos, problemas de adolescentes, el sentirse acogido… Pero todo esto está llevado sin caer en la exageración y el exceso de sentimentalismo, y también se aleja de los típicos clichés adolescentes. Por ejemplo, me ha gustado mucho el papel de la madre de la amiga, ya que no muestra la típica madre ignorante que suele aparecer en este tipo de pelis, sino que realmente se preocupa por sus hijos aunque aceptando que hay cosas en las que no se puede imponer. También la depresión de la protagonista (excelente actuación de Sophie Wilde) está mostrada en su justa medida, sin caer en el exceso de dramatismo. El guion, por lo general tiene bastante solidez, y también es acertado el no querer cerrar todo con prisas y dejar algunas cosas abiertas para futuras entregas. Y el final, a mí me ha parecido excelente (no voy a hacer spoilers en esta crítica, ya que creo que se puede hablar bastante bien de Háblame sin hablar demasiado).
Pasando ahora a aspectos más visuales (lo que solemos llamar “la forma” de la película), si bien no es su punto fuerte, tampoco es el flojo. Por lo general, la elección de planos es bastante coherente con la intención narrativa, siendo especialmente buenos los montajes que hay en las escenas de posesiones con la mano. El giro brusco de 90º cuando el espíritu entra dentro de la persona, muestra la brusquedad de esta invasión de tu cuerpo. Los espíritus no me han acabado de convencer, aunque el diseño estaba bien hecho (hubiese preferido algo más parecido al Sexto Sentido, aunque para gustos, teorías de colores). Obviamente los directores no son los mejores del mundo (es su primer largometraje), aunque hacen un buen trabajo, y van dejando pistas que prometen una virtuosa carrera por delante (sin irnos más lejos, el ya comentado plano secuencia de arranque requiere una planificación y coordinación que no es cosa de aficionados). La fotografía y dirección de arte hacen que luzcan bastante bien las imágenes de la película. Y de la banda sonora creo que no hay mucho que comentar. Simplemente que ahora mismo no hay ningún tema que se me haya quedado grabado, pero durante el transcurso de la película tampoco he encontrado ninguna pega.
Por sacar algún aspecto negativo, el personaje del novio me ha parecido poco trabajado, y la trama del triángulo amoroso se toca de forma superficial, y prácticamente no tiene importancia. Quizás es que la generación Z da más importancia a una vida viral que a una relación romántica, pero al menos a mí me parece que se podría haber explotado mucho más esta trama, y el arco del personaje del novio se podría haber hecho más curvo y no tan estático. Aunque bueno, yo siempre digo que estos temas es preferible no tratarlos a tratarlos mal.
Antes de terminar, me gustaría hacer una reflexión acerca de cuál es la intención de la película. Ciertamente, se tocan varios temas que ya he ido mencionando: la analogía con las drogas, el enfrentarse con la muerte (y el duelo), las amistades, la generación de internet… Pero no me ha quedado del todo claro qué mensaje querían transmitir. Pese a las semejanzas, no he visto una crítica directa a las drogas, sino más bien un medio para dar fuerza a la historia. Y el resto de temas, como están bien tratados, aportan verosimilitud y complejidad a la narración. Quizás solo querían contar una historia de terror muy bien contada, dirán algunos. Puede ser, aunque esto se aleja de lo que debería ser el arte. Aunque después de darle alguna vuelta, creo que algo que sí que transmite muy bien es el contacto de las personas con las diferentes realidades. La mano como contacto con la muerte y lo sobrenatural, el móvil como contacto con el continente digital en el que viven los jóvenes de hoy en día, el contacto familiar que aquí se presenta plasmado de problemas y desconfianza. No sé si los directores pensaron realmente en esto al escribir el guion de la película, pero está bien que siempre nos preguntemos cuál es la idea que nos quiere mostrar la película, para que aprendamos a descubrir las obras de arte que a veces naufragan entre tanto cine como negocio.
Bueno, sobra repetir que Háblame es de las películas que nos devuelven la fe en que hay un nuevo cine de terror cociéndose a fuego lento que marcará la historia de estas décadas y que demuestra que a pesar de que la mayor parte de la industria solo busca películas con sustos fáciles, hay cineastas que son capaces de reinventarse para seguir aportando novedad al género. La inquietante mano no solo funciona como símbolo de la película sino también como emblema del terror contemporáneo.
Daniel
17/09/2023