GHOSTLAND

Terror en estado puro


Crítica Ghostland: Terror en estado puro

A todos los que nos encanta el cine de terror recordamos, como mínimo, dos momentos especiales en nuestra vida. Uno es la primera película que nos hizo pasar realmente miedo. Este recuerdo, aunque no suele ser demasiado agradable, despierta algo en nuestro interior, y nos genera una curiosidad por esta misteriosa sensación que es el miedo. Lo habitual es que en nuestra vida se haya dado un acercamiento progresivo a este tipo de cine, buscando cada vez experiencias más fuertes y terror en dosis más elevadas. Hasta que llega un momento en el que eres capaz de disfrutar plenamente de una película de terror, pero ya no pasas tanto miedo como antes. Hasta que llega ese gran momento de tu vida, en el que descubres una película que te vuelve a despertar esa sensación de miedo que viviste la primera vez. A mí eso me paso con Ghostland.

Ghostland es de esas películas en las que es mejor entrar sin saber nada. Porque a diferencia de lo que pasa en el terror más comercial, en Ghostland hay un interés por cuidar el guion y la coherencia de la trama. La fuerza de sus giros es lo que vertebra el resto de acciones que suceden y lo que nos hace comprender todo aquello que antes nos extrañaba. Y cuando ves esta película por segunda vez, te das cuenta de que no hay diálogos fortuitos, que todo pasa por alguna razón y va en consonancia con el resto del guion.

Pero a pesar de la buena narrativa que tiene, creo que el punto más fuerte de Ghostland es el terror. Pascal Laugier nos regala un bloque de terror sólido. No hace mezcla de géneros cinematográficos, todo lo que sucede es terror en estado puro. A veces desde un punto de vista más psicológico, otras veces más físico, en algunos momentos altamente perturbador, pero siempre terror. A diferencia de lo que pasa por ejemplo en Hereditary, otra de las grandes películas del 2018, donde hay grandes escenas de terror, pero lo que más predomina en su trama es el drama, en Ghostland la verdad es que hay pocos momentos de descanso, y si los hay, es para que el golpe siguiente sea más fuerte.

Otro aspecto positivo a mencionar es el buen trabajo de fotografía que hay presente. Esa mezcla de tonos grises, marrones y amarillentos combinados de forma apagada, generan una estética muy particular y a la vez depresiva en la composición de las imágenes. También hay que destacar la ubicación principal donde se desarrolla la acción: esa casa antigua decorada de forma barroca con inquietantes muñecos por doquier, y los lúgubres espejos, armarios y luces, que hacen de la locación un elemento más de terror, y generan una ambientación y un clima de verdadero miedo.

Por último, antes de entrar en la estructura y la trama de la película, me parece que Pascal Laugier utiliza muy bien el recurso de la anticipación. ¿Y en qué consiste esto? Pues básicamente en darte pequeñas pinceladas de lo que va a pasar antes de que suceda. A través de los diálogos, a través de los movimientos y enfoques con la cámara, a través de sonidos que vas escuchando y de movimientos en segundo plano que percibes, pero no llegas a visualizar bien… Todo esto va preparando al espectador y advirtiendo de lo que va a pasar. “No tenemos miedo a estar solos en la oscuridad, tenemos miedo a no estar solos en la oscuridad”. Y eso es lo que hace Ghostland, nos avisa de que no estamos solos, de que va a suceder algo, y nos tiene en tensión hasta que sucede.

Ahora bien, vayamos a analizar qué nos cuenta Ghostland, y a partir de aquí voy a tener que hablar con spoilers, ya que cualquier dato acerca de la trama de esta película se puede considerar un spoiler. La película arranca como una historia de terror más de adolescentes, con la llegada a la casa tenebrosa, con un par de sustos fáciles y el home invasion de los dos psicópatas. De esta parte quiero destacar que los primeros diez minutos de película no solo sirven para caracterizar a la madre y las dos hijas (Beth y Vera), sino que también te está explicando implícitamente todo lo que va a suceder a continuación. Pero esto quizás no te das cuenta hasta el segundo visionado de la película. Respecto a los dos psicópatas (que igual que Beth podemos llamarles “el ogro” y “la bruja”) no sabemos nada, ni quienes son ni sus motivos, que es un recurso a veces resulta bastante efectivo en el cine de terror (por ejemplo en la película Los extraños de Bryan Bertino). Después de que la película dé el salto temporal y nos muestre la vida idílica de Beth, y su posterior decisión de volver a la casa, la historia empieza a coger cada vez un tono más oscuro y dramático, ya que ahora el elemento de terror no son unos psicópatas, situación de la cual el espectador puede tomar cierta distancia y no sentirse identificado, sino que ahora es una hermana aterrada y loca por el trauma de lo que sucedió ese día. Los 20 minutos que van desde que Beth vuelve hasta el gran giro de la película, para mí es la mejor parte de todas, y también la que me hizo pasar más miedo la primera vez que la vi. Porque son 20 minutos de terror sin descanso e in crescendo, con una perfecta transición progresiva y cada vez más terrorífica de lo ficticio a lo real, hasta desembocar en un plot twist que produce una sacudida interior y un escalofrío que estoy seguro de que todo el mundo que ha visto Ghostland recuerda.

A partir del gran giro que presenta la película, ya nada vuelve a ser igual. Tengo que admitir que es un giro impresionante, y a la vez es muy valiente mostrar justo en la mitad de la película. Pero éste no solo te vuela la cabeza a nivel argumental y te hace entender muchos detalles anteriores (por ejemplo, porque la madre y la casa no habían cambiado nada en los últimos años, porque solo comían golosinas y bebían cerveza,…), sino que también supone un cambio emocional para el espectador que te hunde por completo. Dicen que Laugier escribió esta película en solo dos meses, en uno de los momentos más desesperados de su vida. Y esto es lo que me transmitió a mí la película a partir de este giro: una sensación depresiva y de desolación como la que vive Beth en el momento que descubre que todavía sigue encerrada en la casa y que su madre ha muerto.

Durante la segunda mitad de la película, el terror da un giro hacia lo violento y el horror psicológico, a un terror mucho más fuerte y adulto que abraza lo perturbador. Es cierto que ahora se fusionan los dos elementos anteriores, los psicópatas, y el trauma y miedo de Beth y Vera, pero se introduce también la tortura física y psicológica, y, al igual que me sucedió con martyrs (aunque Ghostland no es tan gráfica y explícita) el llevarlo tan al extremo me impidió disfrutar de la misma manera este segundo tramo. Aunque prevalece el horror psicológico por encima de la violencia física, el sufrimiento de las protagonistas es tan grande, y las consecuencias de las palizas están tan visibles en sus rostros, que a mí costó mucho desligarme de lo que estaba viendo. Y quizás este sea el único punto negativo que le encuentro: que aunque la historia es muy original y terror está muy bien construido, la carga dramática es tan fuerte que difícilmente se disfruta en el tramo final de la película. Aunque repito, igual que martyrs representa para mí el extremo que excede lo que se debería mostrar por pantalla y no pienso volver a verla, Ghostland es ese extremo que llega al límite de lo tolerable.

La construcción de las que quizás son las escenas más fuertes de la película es algo que destaca positivamente. Si pensamos en la secuencia del maquillaje y la posterior escena del ogro y las muñecas (siendo Beth una de ellas), no presentan apenas diálogos y contienen un horror muy psicológico y emocional. Muchos planos cerrados y planos detalle, enfoques muy selectivos, sonidos muy sutiles… Todo esto enfatiza tremendamente la parte psicológica, a la vez que la inestabilidad de la cámara refleja claramente la inestabilidad emocional de Beth. También es muy bueno el montaje rápido que hay justo después de que Beth ataque al ogro, donde empiezan a llover imágenes de muñecos acompañadas de sus demenciales sonidos a la vez que el ogro va perdiendo la cabeza.

Pasando ya al final de la película, es dónde se presenta el verdadero dilema y el que es (o debería ser) el tema principal: hay dos formas de enfrentarnos a las adversidades, una es la confrontación y plantarles cara, y la otra es huir. Cuando Beth decide volver por segunda vez a la realidad, aparte de sacudirme con otro escalofrío por hacerme recordar el giro anterior, nos está dejando también el único mensaje positivo de la película: el mirar a los demás es lo que nos da fuerzas para hacer frente a las dificultades. Si tuviéramos una mirada únicamente egoísta, preferiríamos encerrarnos en nuestro mundo idílico, buscando alguna evasión de los problemas reales, tanto propios como ajenos. En cambio, el mirar a los demás, sus dificultades y adversidades, nos devuelve a la realidad y nos hace actuar de una forma mucho más humana. Pero a pesar de que el final devuelve un poco la esperanza, difícilmente te quita la sensación de vacío, por la crueldad de lo que has visto anteriormente, y por eso pienso que se debería haber rebajado un poco la violencia. La verdad en que si la intención de Pascal Laugier era transmitirnos su desesperación, con esta película lo consigue perfectamente. Aunque dejadme que insista otra vez, creo que la intención del cine no debería ser transmitirnos los problemas de unos a otros, sino la esperanza, y por eso se tendría que haber hecho más hincapié en el tema de cómo afrontamos las dificultades. Hay algunas teorías que circulan que dicen que a partir del momento en que Beth escapa del ogro, como la cámara nos muestra un muñeco de pinocho, significa que todo el resto no es real y también se lo está imaginando ella. Aunque me parece una idea muy interesante, yo encuentro más esperanzador que no sea así. Por último, también hay que destacar las múltiples referencias que a lo largo de la película, siendo las más claras las que hay a libros de Stephen King (el niño del principio que se parece al de los chicos del maíz, el martillo con el que Jack rompe la puerta en el libro de el resplandor, la máquina de escribir que también se usa en misery…).

Para cerrar esta crítica, creo que Ghostland es un claro ejemplo de cómo el cine de terror contemporáneo sigue innovando y tiene poco que envidiar al terror clásico. Es una película que se toma de forma seria este género y lo presenta en su estado más puro, y, aunque quizás le falta un enfoque más esperanzador, proporciona una experiencia de esas que difícilmente se olvidan.


Daniel
22/06/2023