BUGONIA

Somos aliens en nuestro propio planeta


Crítica Bugonia: somos aliens en nuestro propio planeta

Si habéis leído mi crítica a Kinds of kindness (2024), ya sabéis que Yorgos Lanthimos es un director que me parece muy interesantes, especialmente por las dos grandes obras maestras que consiguió con The lobster y The killing of a sacred deer, pero la trayectoria que está siguiendo últimamente me está decepcionando bastante. Y si bien Bugonia me ha gustado más que sus tres películas anteriores, todavía arrastra el poso negativo y antihumanista de Kinds of kindness.

Bugonia nos cuenta la historia de dos primos, borrachos de conspiraciones hasta las orejas, que deciden raptar a la CEO de una gran multinacional, porque están convencidos de que es una alienígena. Del argumento no hace falta saber mucho más, ya que en las películas de Lanthimos siempre hay que dar por supuesto que nos adentramos en un mundo que hiperboliza hasta el absurdo algunas actitudes y sectores de nuestra sociedad, y una vez hacemos ese pacto con la película, no nos queda otra que dejarnos sorprender por las bizarradas que nos muestra, e intentar conectarlas con el mensaje que quiere transmitir. Y en Bugonia se reparten trompazos tanto hacia el fanatismo conspiranoico como al mundo empresarial puramente materialista. Aunque también hay un mensaje más profundo, pero este lo dejaremos para el final, ya que requiere hablar con spoilers (o destripes, para que luego no me digan las generaciones que van del Cretácico superior hasta los boomers que hablo con anglosajonismos).

La actuación de Emma Stone es perfecta, como en todas las películas de Lanthimos, y Jesse Plemons también está espectacular. Aidan Delbis, a pesar de ser su primera actuación, cumple perfectamente con lo que le pide su personaje. La puesta en escena me parece soberbia, tanto en los largos planos exteriores con mucha profundidad de campo como en los maravillosos encuadres interiores, que saca el máximo partido de todos los elementos disponibles. No llega a la perfección técnica de sus mejores obras, ni se desborda en el exceso del barroco expresionista de La favorita o Poor things, pero está muy bien, por encima de Kinds of kindness. Lo que más me fascina de la fotografía es cómo consigue sacar una sensación bizarra, como si de algo extraterrestre se tratara, de cada imagen. Los primeros planos realmente parecen estar retratando a alienígenas. De hecho, no hay prácticamente planos a la altura de los ojos, casi todos son aberrantes y picados/contrapicados, tanto desde delante como desde un lateral. Abundan los primeros planos desde puntos de vista poco habituales, lo que contribuye, junto con el gran trabajo de los actores, a sacar esas expresiones tan extrañas de los rostros, principalmente en Emma Stone. El uso de la iluminación, y la saturación de la imagen también cooperan brillantemente a este fin, al igual que las simetrías y la profundidad de campo en los planos largos. Vamos, que la puesta en escena tiene pleno sentido ontológico para adentrarnos en esa extrañez conspiranoica que clama en los poros de cada imagen que hay elementos extraterrestres en nuestro propio mundo. La banda sonora también es muy acertada.

Aunque haya gente que le ponga la etiqueta de comedia a Bugonia, ciertamente me parece que en el cine de Lanthimos cada vez hay menos humor, y como fuga del drama ya solo queda el absurdo. También tengo que advertir que la violencia está demasiado desatada para mi gusto. En la última media hora hay un par de escenas excesivamente sangrientas, aunque la exageración hace que sean un poco más soportables.

Desde sus inicios, Yorgos Lanthimos parece dispuesto a destruir a la humanidad a base de deconstruir con sus películas todo aquello que nos hace humanos. Y su intención no es otra que demostrar, por reducción al absurdo, mediante la exageración, cómo nos estamos destruyendo como especie. Las veces en que mejor le funciona es cuando muestra cierta empatía con el espectador, rebajando la agresividad de las imágenes y elevando el humor. Veamos cómo este mensaje autodestructivo late en toda su filmografía. En Canino, aunque se excede en la provocación, es interesante cómo lleva el mito de la caverna al mundo actual, haciendo así un ataque similar al de Bugonia a la idea de la manipulación de la verdad/realidad. En sus tres siguientes películas encuentra mucho mejor el tono, riéndose de la pérdida/muerte en Alpes, de los absurdos constructos sociales en torno al amor en The lobster, y de la incapacidad del ser humano para perdonar, llevando al límite la justicia y la culpa, en The killing of a sacred deer. En La favorita, la crítica va más hacia la ambición de poder y de manipulación, y su desvinculación del servicio al bien común, y con Poor things destruye la idea del amor y la identidad mediante la degradación de la moral sexual. En Kinds of Kindness niega la existencia de la bondad, del bien, dejando en su lugar tres historias de crueldad. Y ahora, con Bugonia, nos muestra la pérdida del sentido de la verdad en una sociedad en la que cada uno cree lo que quiere, por muy fanática, estrambótica o absurda que sea la teoría. Hay muchas conversaciones en la cinta que giran en torno a esta idea, mostrando los inútiles intentos del personaje de Stone al tratar de demostrar que no es una especie proveniente de Andrómeda. En un momento de la película llega incluso a mencionar: “¿Mentira? ¿Verdad? ¿Cuál es la diferencia? No puedo cambiar tu opinión”.

Si bien la mayor parte de las críticas que escupe Lanthimos en sus películas tienen su parte de razón, y la fuerza visual de sus imágenes es algo sobresaliente, el veneno que circula en su filmografía me impide recomendarla (con las únicas dos excepciones que comento siempre, que su maestría en la forma de alguna manera puede llegar a justificar su negativo mensaje). Lanthimos critica y se ríe de la humanidad de forma desquiciada. Es un antihumanista, igual que Ari Aster (aunque el cine de Lanthimos es un tanto más soportable por trabajar desde el absurdo, la exageración y el humor). No deja que brille ninguna esperanza ni nos otorga ninguna posibilidad de salvación. Y eso no me parece que nos haga avanzar como humanidad, ni que nos haga salir de la sala de cine siendo más felices, o al menos con deseos de ser mejores personas. Pero bueno, si Gaspar Noé supo dar un giro en su filmografía, yo tampoco pierdo la esperanza con el amigo Yorgos.

Por último, vayamos ahora sí, al final de Bugonia, donde Lanthimos explicita en el colofón el futuro que quiere para la humanidad. Mediante una suerte de Deus ex machina que abraza el fantástico, los aliens acaban ejecutando su veredicto final sobre las personas. Esto ya está presente de alguna manera en el título, que hace referencia al mito que cree que las abejas surgen del cadáver de un toro sacrificado. Y encarna la metáfora y el mensaje de la película, donde la nueva vida solo puede surgir a través de la destrucción. La naturaleza, tras la aniquilación del ser humano, vuelve a habitar libremente el planeta. Los humanos nos hemos vuelto alienígenas en nuestro propio planeta. Ciertamente, hay muchas actitudes de la sociedad actual que cada vez tiene menos de humano y más de alien invasor, pero precisamente por eso creo que no nos ayuda un mensaje de este estilo. El arte no tiene que servir para acabarse de cargar lo poco de humano que nos queda, sino para buscarlo y resaltar su esencia, y de esta forma abrir caminos hacia un futuro lleno de esperanza. La esperanza no defrauda, pero el cine antihumanista sí. Ojalá en medio de este pesimista charco de barro que está inundando el cine contemporáneo, se cuele un reflejo del Sol que nos ayude a levantar la cabeza y mirar hacia arriba.


Daniel
04/11/2025